El Señor nos llama hoy a la verdadera entrega. Los fariseos le pedimos milagros sin cesar, signos nuevos para estar seguros de nuestras pequeñeces. Sin embargo, Jesús actúa movido por la fe y la apertura sincera del corazón. Actúa cautivado por la belleza del misterio humano. Un misterio que encarna misericordia y caridad en su máximo esplendor. El Señor comprende nuestras vicisitudes, pero es consciente de que ha de formarnos en el servicio y en el reconocimiento y agradecimiento de los bienes que nos ha regalado ya. Gracias, Señor, porque tus signos son abundantes, pero no definitorios ni determinantes. Gracias por mi libertad.