El Señor es infinitamente generoso. Lo da todo y se da a sí mismo. Hoy, multiplica su pan en la Eucaristía y me anima a hacer lo mismo con mi tiempo. Siempre a través de la entrega completa en el servicio al hermano. Me enseña que solo haciendo feliz al que tengo al lado puedo vislumbrar parte del Cielo en la Tierra y ser feliz. Solo sacrificando mis horas, mis aficiones, mis talentos en pos de la felicidad del otro puedo acceder a una configuración plena con él, a una comunión íntima y verdadera con Dios.