El Señor me llama hoy para curarme. Estoy sordo y el Señor hoy mismo me quita la sordera. Una sordera de egoísmos, codicias, malicias, envidias, frivolidades. Con su Amor y su Gracia, solo necesito pedir fe para ser un hombre nuevo. Su mano me renueva con espíritu firme. Me despierta. He de fiarme de su poder y aspirar a la santidad, a su Amor eterno en el eterno banquete que es el Cielo. «Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y ver a los ciegos».