«Palabra de Dios»: «Gloria a ti Señor, Jesús». ¿Cuántas veces habremos repetido esta frase? Y, sin embargo, ¡cuánta verdad! La decimos de carrerilla pero muchas veces no somos conscientes que Dios nos habla, nos llama directamente a nosotros, ¡Dios nos está hablando! Y, ¿cómo vivimos el Evangelio? ¿Cómo estamos en ese rato? ¡Qué peligro!
De hecho, el sacerdote antes de predicar el Evangelio dice estas palabras en secreto: “Purifica mi corazón y mis labios, Dios todopoderoso, para que anuncie dignamente tu Evangelio”. Y nosotros, ¿nos lo creemos? ¿Cómo recibimos la Palabra de Dios?
Jesucristo no habla por hablar, sino que nos llama a vivir con Él, realmente ¡a ser uno con Él! ¡A comernos el mundo juntos! Sin embargo, nos cuesta creerlo. Nos cuesta darnos cuenta de que somos verdaderamente los protagonista del Evangelio. Leemos el Evangelio como si no fuera con nosotros, como mera contemplación, como se mira un cuadro en un museo… y está bien, pero no es suficiente. Porque el Señor no se hizo un niño para que nosotros solo le contempláramos, o murió en la Cruz para quedarnos expectantes, o curó a los leprosos para que dijéramos cosas bonitas… ¡No! Jesús viene, en presente, hoy, ahora, a llamarte a ti, a buscarte a ti, a pedirte que vivas con Él toda su vida, toda tu vida.
Seamos radicales, sí, sí, radicales en el amor al Señor, radicales en nuestra entrega, en nuestras respuestas, RADICALES. Sé radical cuando leas el Evangelio, tan radical que lo vivas.
Prueba realmente a vivirlo desde dentro. San Ignacio de Loyola proponía, primero, hacerse una composición de lugar. Es decir, entrar dentro la escena, contemplarlo todo, estar atentos a los detalles, ver cómo el Señor nos habla en esa escena, con ese acto concreto. Y después, pedir la gracia de vivirlo, realmente, de seguir a Jesús siempre y en todo. De seguirLe de verdad, de ser protagonista con Él. ¡Qué aventura tan apasionante! ¡Qué regalo ser de Cristo! ¡Qué afortunados somos de tener una vida y poder vivirla de la mano del Señor!
Esta semana cuida especialmente el momento del Evangelio y busca cada día un ratito para meditarlo, para vivirlo de la mano del Señor. Y en Misa, puedes repetir tú también por dentro las palabras del sacerdote. Señor, que seamos dignos de escucharte y danos la gracia de responderte y de vivir como te mereces.