Hoy te traigo un post del blog de nuestro gran amigo Carlos Andreu del que te dejo enlace.
Estuve esta semana cenando en Madrid con un amigo que tuvo que reinventarse por completo profesionalmente durante la pasada crisis. Antes de esta, la vida le sonreía, pero la compañía en la que trabajaba desapareció y tuvo que cambiar de ciudad, de proyecto, de sector, de función… Mirándolo con perspectiva, me contaba, ahora está mucho más feliz que antes, pese al profundo cambio que tuvo que forjar, cambio para el que jamás se vio preparado. Pero ahí está.
Su historia me recordó la de un rey que recibió como obsequio dos pequeños halcones que entregó al maestro cetrero para que los entrenara. Pasados unos meses, el maestro informó al rey que uno de los halcones estaba perfectamente, pero al otro no sabía que le sucedía. No se había movido de la rama donde lo dejó el día que llegó.
El rey mandó llamar a curanderos y sanadores para que vieran el halcón, pero nadie pudo hacerlo volar. Decidió entonces comunicar a su pueblo que ofrecería una recompensa a quien hiciera volar al halcón. A la mañana siguiente, vio el halcón volando ágilmente por los jardines. El rey dijo: “traedme al autor de este milagro”.
Su corte le llevó a un humilde campesino. ¿Cómo hiciste volar al halcón? ¿Acaso eres mago? El campesino contestó: “Fue fácil. Sólo corté la rama y el halcón se dio cuenta de que tenía alas y echó a volar”.
Muchas veces vivimos limitados pensando que jamás seremos capaces de hacer algo, de cambiar, de mejorar nuestro trato con un compañero, de hacer algo de deporte, de leer más, de… Nos sentimos incapacitados para cambiar. ¡Y no digamos respecto a los demás! Vivimos muy cómodos sentados tranquilos en nuestra rama, y sólo una circunstancia brutal nos sacude esa pereza limitante.
Tenemos que mirar nuestros objetivos como David miró a Goliat. Cuando el primero salió para atacar al gigante, los soldados pensaron: “es tan grande que no podrá matarlo”. Pero David dijo: “Es tan grande que no puedo fallar la puntería”.
¡Corta tu rama!