No os dejéis engañar por la apariencia del título. No se trata de una película producida por una protectora de animales ni por una asociación en defensa de la caza. El título hace referencia a una grotesca situación que surge en un momento determinado en medio de una emergencia humanitaria de enorme magnitud: el genocidio de Ruanda en 1994.
Ante todo hay que advertir que, aunque la película está basada en unos hechos reales terriblemente crueles e inhumanos, el director, sin esconder en absoluto nada esencial del argumento, nos conduce a través de la historia con gran realismo y exquisita delicadeza al mismo tiempo. Nada de morbosidad ni estética gore. Es posible que algunos de vosotros hayáis visto Hotel Rwanda, otra buena película ambientada en el mismo contexto histórico, pero sin la presencia del elemento específicamente cristiano de la que nos ocupa.
Estamos en la Escuela Técnica Oficial de Kigali, dirigida por el Padre Christopher y en la que Joe, un chico que imparte clases como voluntario, vivirá una experiencia radical que pondrá a prueba sus principios, sus motivaciones y su propia fe. De la noche a la mañana la escuela se convierte en un campo de refugiados. Aunque en un primer momento la situación parece controlada por la presencia de soldados de la ONU, éstos reciben la orden de retirarse y, nuestros protagonistas se enfrentan al terrible dilema de poner o no su vida en juego por los inocentes. Joe prometió a Marie, la alumna más destacada de la escuela, que no los abandonaría. ¿Qué decisión tomará?
La película plantea muchos temas de reflexión cristiana y asistimos a diálogos con mucha enjundia que pueden ayudarnos a replantearnos algunas actitudes como cristianos. Ah, y no os perdáis la sorpresa final que dota de mayor autenticidad aún a la película. No os la perdáis.
JOSÉ RAMÓN GAZTELU PASTOR