Hace unos días un amigo narraba que había asistido a una fiesta de cumpleaños muy divertida.
Había una mesa larga llena de comida para todos los gustos: marisco, buena carne, aperitivos exquisitos, vino y gran variedad de dulces. Todos los asistentes vestían sus mejores galas, desde abuelos hasta niños. Trajes de chaqueta, vestidos y una buena dosis de perfume. Numerosos familiares, amigos y vecinos felices de reencontrarse. Todos haciendo un esfuerzo por dejar las rencillas pasadas a un lado y compartir una velada agradable. Villancicos, bailes y muchas risas. Una fiesta de cumpleaños en la que incluso se repartieron regalos a los invitados. Mientras lo contaba todo parecía maravilloso.
Sin embargo, algo no cuadraba en la historia de mi amigo. Aproveché una pausa en su discurso y le pregunté «Y el cumpleañero, ¿quién era?». Ni una sola mención al homenajeado. Ni tan siquiera una referencia. Un silencio invadió mi corazón.
La tristeza invadió el de mi amigo. No olvidemos nunca lo que celebramos: Jesús está aquí «loco por mirarnos». Es Él quien nos ha invitado y todo el mundo parece haberlo olvidado.
Carmen Rodríguez Baleato