Hoy hablamos con Miguel Varona Villar, Postulador de la Causa de Beatificación de Pedro Manuel Salado de Alba, miembro del “Hogar de Nazaret”.
Miguel lo primero es que nos gustaría que nos contaras cuál es el papel de un Postulador en un causa de Beatificación y como se desarrolla un proceso de esta naturaleza.
El actor de una causa de beatificación, es decir quien está interesado en que se promueva esta causa, nombra al postulador para que le represente ante la Diócesis donde se va a iniciar la causa. Se encarga del “papeleo” ante esa Diócesis: petición para abrirla, presentación de testigos, prueba documental y testimonial, etc.
Miguel en la última Exhortación Apostólica del Papa Francisco él habla de la clase media de la santidad y dentro de unos días celebramos la Solemnidad de Todos los Santos. ¿Hay mucho santo escondido?
Ha sido un regalo de Dios este texto del Papa que nos da una “hoja de ruta” para recorrer el camino de la santidad, meta esencial y proyecto de la vida de todo cristiano. Siempre he pensado que, junto a la “santidad canonizada”, hay muchos santos “anónimos”, esos que señala el Papa en su Exhortación. Si lo pensamos un poco, muchos de nosotros hemos compartido vida y misión con muchas buenas personas, que van más allá de la bondad humana, y que en ellos has visto la acción del Espíritu Santo y el rostro cercano y fraterno de Cristo.
Atendiendo ya el proceso de Pedro Manuel, se ha hablado mucho del momento en el que se juega la vida para salvar la vida de esos niños ¿Puedes contarnos un poco más sobre ese momento?
El domingo 5 de febrero de 2012 Pedro Manuel se había ido con los niños y niñas que tenían acogidos en su comunidad a una playa cercana a la misión. Antes habían ido todos a la Parroquia de Atacames, a la Misa dominical. Después de la Eucaristía la Hermana Rosi, con otra niña mayor, se quedó en una casita que les habían prestado para la ocasión, haciendo la comida. El Hno. Pedro Manuel y la Hna. Juani acompañaron a todos los niños para que se bañaran en las aguas del océano Pacífico, en las playas de Atacames. Esa mañana habían avisado por radio que esa zona del Pacífico era insegura pues se preveían pequeños terremotos. Pero, lamentablemente, la noticia no llegó a esta zona de la costa, pues los guardacostas desconocían esta advertencia y no pusieron la bandera amarilla que sí ondeaba en otras playas de Esmeraldas.
Estando los niños jugando en el agua tranquila cerca de la orilla, de pronto un remolino se llevó a siete de ellos hacia dentro. Pedro, a pesar del respeto que solía tener al mar, no dudó en lanzarse al agua diciendo: “Tengo que salvar a mis niños”, y los fue sacando uno por uno.
Fue una lucha despiadada, ya que el mar se había embravecido e iba metiendo a los niños hacia dentro. Una mujer se aventuró a intentar ayudar a una de las niñas, pero al comprobar la fuerza que tenía el mar se salió. Pedro sí los fue alcanzando uno a uno.
Los dos últimos niños estaban ya muy lejos; dice la Hna. Juani que “apenas se distinguían sus cabecitas desde la orilla”. Una niña narró la lucha despiadada de Pedro para ayudarlos: “Aunque yo no sabía nadar muy bien, estaba tranquila, pues sabía que mi papi nos iba a salvar. Pero cuando llegó hasta nosotros vimos que estaba muy cansado. Nosotros le animábamos. Cuando ya nos tenía cogidos una ola nos volvió a separar, y el papi volvió a acercarse para ayudarnos, pero también nosotros le teníamos que ayudar a él”.
Un hombre que tenía una tabla de surf se la intentó acercar a Pedro. Lo último que pudo hacer por sus niños fue impulsarlos y montarlos en la tabla. El surfista los sacó a la orilla, y volvió a por él, que ya tenía los pulmones encharcados. Consiguieron acercarlo a la orilla, todavía con pulso, pero allí, rodeado de sus niños, fallecía exhausto.
¿Cómo es capaz de arriesgar su vida por otros? ¿No te parece que para eso debe acompañarle una profunda vida interior?
Este nuevo camino para la beatificación que ha propuesto el Papa Francisco, el “ofrecimiento de la vida por amor”, supone que hay una vida virtuosa, quizás no de una manera heroica, pero que culmina en ese acto puntual, pero decisivo, tras haber ido dando la vida día a día. Ya lo dijo el Obispo de Esmeraldas, Mons. Eugenio Arellano, al conocer la noticia de su muerte: “El Hno. Pedro murió como vivió”, entregado a Dios y a los niños. “Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos” (Jn 15, 13): al estilo del ofrecimiento de Cristo en la Cruz, Pedro Manuel supo dar la vida por sus niños, sin dudarlo, sabiendo el riesgo que podría acarrearle.
¿Cómo influye el carisma del Hogar de Nazaret en Pedro Manuel?
El lema del “Hogar de Nazaret” es: “Si el grano de trigo cae en tierra y muere, da mucho fruto” (Jn 12, 24). Así lo ha vivido Pedro Manuel, así lo expresó en esa playa de Esmeraldas el día en que ofreció la vida por esos niños. No es casual que el día de su muerte en muchas Diócesis se celebraba la Jornada de la Vida Consagrada, y Pedro Manuel mostró de una manera elocuente hasta dónde puede llegar el amor a Dios y al prójimo. En el “Hogar de Nazaret” se vive como en una familia, a ejemplo de la Sagrada Familia, y así Pedro era “el papi” de esos niños, y ellos mismos le reconocían como tal.
Muchísimas gracias Miguel por tu atención y esperamos que sigas colaborando con Jóvenes Católicos.