Cuentan que Jesús dio a sus tres apóstoles favoritos lo que más quería. A San Juan su Madre, a Pedro la Iglesia y a Santiago: España.
La fiesta del apóstol Santiago es un ejemplo de lo que meditábamos en la pasada meditación: no hay salvación que no venga por medio de la Cruz. En el encuentro, entre la madre de los Zebedeos y Jesús, se hace la pregunta definitiva: ¿Estáis dispuestos a beber el cáliz de yo he de beber? Todos conocemos la respuesta de estos hombres valientes y, en cierta medida, algo insensatos: si podemos.
Sin embargo la pregunta de Jesús nos plantea un gran interrogante: ¿Dios puede pedir a sus amigos sufrir? O mejor ¿Dios puede querer que no sea feliz? Antes de responder a esta pregunta no podemos olvidar que el deseo de felicidad es un deseo natural de todo hombre.