Quizás te ha sucedido alguna vez que has estado enamorado de alguien y ese alguien ni si quiera sabía de ti. Has hecho lo que sea para que se diera cuenta de tu existencia, pero no ha funcionado. O quizás te ha pasado que has dado mucho a un compañero de clase: le has pasado apuntes, le has invitado a unos pinchos, le has soportado,… y éste no sólo no te ha dado las gracias, sino que es incapaz hasta de responderte los ‘whatsapps’. Si algo de esto te ha sucedido: ¡Enhorabuena! Puedes comprender un poco más a Dios. Un enamorado no correspondido.
Los primeros cristianos se dieron cuenta de esto y contemplaban las llagas del cuerpo de Cristo crucificado, muestra de su amor infinito. Las heridas de los pies, de las manos, su costado y corazón traspasados, nos hablan de que Dios está dispuesto a lo que sea para que sepamos que nos quiere mucho. Sin embargo, podemos no darnos cuenta de ello, podemos vivir sin saber que Dios nos ama.
Por eso en el siglo XVII, Jesús se le apareció a Santa María Margarita de Alacoque, para que ella recordara al mundo su amor por nosotros. Le mostró su corazón ardiente y herido y le dijo: “He aquí el Corazón que tanto ha amado a los hombres, y en cambio, de la mayor parte de ellos no recibe nada más que ingratitud, irreverencia y desprecio, en este sacramento de amor”.
Así pues, en esto consiste la devoción al Sagrado Corazón: en responder a su amor. ¿Y cómo responderemos? Amándole. Así lo dice san Juan de la Cruz: “el amor sólo con amor se paga, las heridas del amor sólo con amor se pueden curar”. Si queremos aliviar el corazón sufriente de Cristo, debemos amarle como Él nos ama: con todo nuestro corazón.
El “problema” es que Dios nunca se deja ganar en amor y por eso revelo a Santa Margarita las siguientes promesas para todos los devotos de su Sagrado Corazón:
- Les otorgaré las gracias necesarias en vida.
- Llevaré paz a sus hogares.
- Los consolaré en sus aflicciones.
- Seré su seguro refugio en vida, y sobre todo, en la muerte.
- Bendeciré todas las acciones emprendidas.
- Los pecadores encontrarán en mi Corazón un océano infinito de misericordia.
- Las almas tibias se tornarán fervientes.
- Las almas fervientes se elevarán a la perfección.
- Bendeciré los lugares donde se honre Mi Sagrado Corazón.
- A los sacerdotes les daré la gracia de tocar los corazones endurecidos.
- Aquellos que propaguen mi devoción tendrán su nombre escrito en mi corazón y no serán borrados.
- Prometo por medio de mi gran misericordia y mi grandioso amor, que aquellos que comulguen los nueve primeros viernes de mes recibirán la gracia de la penitencia final; no morirán en desgracia ni sin recibir los Sacramentos; mi Divino Corazón será su refugio seguro en este último momento.
Jesús se vuelve a rebajar, poniendo nuevos senderos dentro del gran camino que nos lleva a ir queriéndole cada vez más! Confiemos en Él y aprovechémoslos!