Tal vez hablamos a Dios cuando algo nos preocupa, estamos angustiados con problemas familiares o queremos pedirLe ayuda. También usamos los mensajes de retos diarios, meditaciones que envía una monja o charlas de algún sacerdote que nos ayuda.
Pero, ¿realmente estamos conectados con Dios? Esto solo lo podemos experimentar con la práctica. Cuando oramos se trata de estar conectados con Dios. Orar es tomar conciencia de la presencia de Dios, detenernos con Él, dejarnos iluminar por Él y tener un conocimiento de primera mano. Es entonces cuando Dios nos concede la gracia de experimentar Su Amor y Misericordia.
Rezar no es siempre tan fácil y sencillo; cuesta encontrar el momento, estar en silencio, apartarnos de nuestros placeres y dedicarnos a lo verdaderamente importante. Y la oración llevada a la práctica también nos cuesta, por ejemplo, pedir perdón por nuestras faltas, incluso a veces nos avergonzamos, ser el último y no el primero, aprender a escuchar, etc. Tenemos que intentar, con la gracia de Dios, que nuestra oración se haga vida para que nuestra vida sea una oración. Debemos saber que Dios sale a buscarnos y se desborda por aquellos que se sientan a escucharLe y Le dedican tiempo. Así que como reto, os propongo que, al empezar el día, busquéis un momento para dedicarLe a Dios, ya que Él nos espera ansioso en el Sagrario.
“Si alguno me ama, yo le amaré, y me manifestaré a él” (Jn 14,21)
Núria Conesa Casals