Hace poco hablaba con mi mejor amiga, que ya hace unos cuantos años que tiene novio, y ambos tienen una edad en la que se plantean casarse, me dijo: “Quiero ir a vivir con él para probar antes de tomar la decisión de casarnos para siempre.”
¿Probar qué? Parece que no estamos listos para un compromiso para toda la vida. No nos tiene que dar miedo la palabra “compromiso” o “para siempre”. Para que un matrimonio sobreviva las presiones de la vida diaria, debe estar edificado sobre un fundamento firme del compromiso y de un noviazgo bien vivido. Si realmente quieres vivir tu matrimonio lo mejor posible, empieza por un buen noviazgo.
La convivencia es un regalo maravilloso del Señor, y Él tiene mucho que decir en su Palabra acerca de cómo debemos vivir este regalo para poder realmente gozar al máximo lo que Él ha pensado para nosotros. El mundo de hoy no cesa de bombardearnos con mensajes como “no te comprometas”, “para qué casarse” o «por probar no pasa nada» … Pero verdaderamente, si queremos que nuestro matrimonio sea para siempre, debemos fiarnos de la persona que ha puesto Dios a nuestro lado; y también pararnos a pensar por qué la Iglesia defiende que lo mejor es vivir separados hasta contraer matrimonio, no lo dice porque sí, para fastidiar o porque «es retrógrada», para nada.
“La voluntad de Dios es vuestra santificación: que os apartéis de la fornicación” (1 Tesalonicenses 4:3)
Dios no nos da reglas sin razones. Para resistir a la tentación de “probar” es necesario entender por qué Dios quiere que permanezcamos castos: esperar edifica un fundamento fuerte para un matrimonio feliz.
Núria Conesa Casals