¿Existe algo más preciado que una vida humana? Tristemente, parece que en el mundo en el que vivimos actualmente, sí. Vivimos en una sociedad en la que no es nada sorprendente toparse con marchas y manifestaciones en defensa de los derechos de los animales; en la que, hace unos años, muchos montaron en cólera por el sacrificio de un perro portador del virus del ébola.
Viendo este comportamiento de gran parte de la población respecto a la vida de los animales, no puedo más que preguntarme cómo reaccionan estas personas ante los miles de sacrificios humanos que se producen día tras día en las clínicas abortistas de todo el mundo, en las que se asesina a niños dentro del vientre de sus madres, abusando por completo de su inocencia. Es la masacre de los inocentes y nadie habla de ello, al menos dentro del ámbito de lo que es políticamente correcto, claro.
Porque aquí a las madres nadie las advierte de que van a cometer el “asesinato” de su hijo, sino que se esconde y maquilla esta horrible realidad con palabras bonitas, definiendo el concepto como la “interrupción voluntaria del embarazo”. Tampoco se le dice a la madre las secuelas psicológicas a las que se va a tener que enfrentar (como la constante sensación de culpabilidad de aquella madre que, conscientemente, ha matado a su hijo). Es todo un negocio.
De hecho, supongo que muchos de los que hayan leído hasta aquí estarán pensando: “¡Pero si la madre es libre de hacer lo que quiera! ¡Si no desea su embarazo, que acabe con él!”. Pero ¿alguien se ha parado a preguntar al niño si quiere morir en el vientre de su madre? Porque vamos a obviar una cosa, y es que es el hijo el que va a ser asesinado, no su madre. Así que ya desde el primer momento se le está negando el derecho más fundamental de toda persona, que es el de vivir, al anularle su libertad de persona (sí, “persona”, no un puñado de células).
Qué triste pensar que el aborto se produce debido a la concepción que se ha inculcado en los últimos años de que tener un hijo es un lastre, una carga pesada… ¿Supone un esfuerzo tenerlo? Sí. No solo hay que gestarlo durante nueve meses, sino que una vez nacido hay que quererlo, educarlo, invertir una inmensa cantidad de tiempo y dinero en él… ¿Cuesta? Sí. Pero precisamente lo que nos es más valioso en el mundo es aquello que más esfuerzo nos supone. Amar las cosas aunque cueste, ya es en sí la expresión de amor más grande que se puede hacer. Si estás leyendo esto piensa que tanto tú como yo estamos aquí por el mero hecho de que nuestros padres nos han amado y han querido que nazcamos, a pesar de la cantidad de discusiones y problemas que les hayamos podido dar.
¡Vale la pena vivir! ¡Vale la pena amar y ser amados! No le quites la oportunidad al niño que está por nacer, ¿qué culpa tiene él?
María Ramos