Mañana comenzaremos la Cuaresma. Pero su inicio parece quedar diluido por las fiestas de Carnaval. Al tradicional entierro y quema de la sardina ya no sigue el itinerario cuaresmal, sino que seguimos con el ambiente carnavalesco. Realmente no hemos enterrado la sardina, ni la hemos quemado. Así no puede haber posibilidad de iniciar el camino de conversión, el camino de la Cuaresma.
El inicio de la verdadera conversión está en el corazón. Por eso, la Cuaresma es un tiempo para intensificar la vida del espíritu mediante la oración, el ayuno y la limosna. Tres medios que nos ayudarán a convertir nuestro corazón, a salir de nosotros mismos y volver al Señor. Él nos irá preparando para vivir congracia la Pascua, su victoria sobre la muerte, pero también nuestra pequeña victoria sobre nuestras muertes a nuestros egoísmos.
Siempre es tiempo favorable, día de la salvación para iniciar nuestra conversión, para volvernos a Dios, pero este tiempo de Cuaresma más. Se trata de ver todas las faltas de amor, pero con la seguridad de que Dios no quiere el extravío del pecador, sino su salvación. Entonces, verlas y ponerse en marcha, iniciar el camino de la conversión para llegar al Padre, como el hijo pródigo. Él nos está esperando, y no habrá preguntas, solo respuestas, solo perdón.
La Iglesia comienza el camino de la conversión poniendo ceniza sobre la cabeza y resonando de fondo “conviértete y cree en el Evangelio”. No es un puro gesto externo, sino la actitud del corazón penitente que quiere asumir el itinerario cuaresmal para llegar con un corazón limpio, nuevo a las fiestas de Pascua. Así, de la ceniza, de sus cenizas, podrá nacer una nueva criatura a imagen de Cristo y no a imagen del mundo.
De gran importancia será emprender nuestro éxodo, nuestra salida de nosotros mismos y de esos desfiles de muerte. Así, hemos de quitarnos nuestras máscaras y disfraces que ocultan nuestra verdadera humanidad, que no nos muestran como somos, que poco o nada tienen que decir de nosotros. También hemos de descentrarnos de nosotros mismos para centrarnos en Dios, para encontrarnos realmente en Él, no en esas máscaras. Solo cuando el hombre se mira ante Dios puede comprender verdaderamente algo de lo profundo de su misterio. Se trata de salir de un desfile de muerte a uno de vida, triunfante, pero para ello hay que prepararse, irse despojando de todo lo que estorba. Para eso está el itinerario cuaresmal.
¿Renacerá una criatura nueva de las cenizas? Dependerá del camino que tomemos. Si seguimos el de la cuaresma, lo hará; pero si caminamos por el del carnaval eterno, no quemando nuestras máscaras y disfraces, nunca podrá renacer porque, sencillamente, faltará ceniza, la ceniza de nuestras máscaras, disfraces, egoísmos… ¿Qué camino tomarás? ¡Quema tus máscaras, échate sus cenizas y renace de ellas!