¿Las mujeres son menos que los hombres?¿Por qué solo los sacerdotes pueden celebrar Misa? Estas son preguntas súper frecuentes en las conversaciones de la universidad.
Si nos encontramos que algún amigo de la universidad nos pregunta algo similar, debemos tener en cuenta que no va de enfrentarse, sino de encontrarse. Primero es necesario conocer el contexto, después salir del marco y, finalmente, argumentar. Pero para ello es importante que nos informemos antes de empezar conversaciones profundas, pues si no estamos formados en seguida nos quedaremos sin saber bien qué decir.
Imaginamos que nos preguntan por la igualdad laboral, el papel de la mujer… hasta que llegamos a la Iglesia católica y la típica pregunta «¿por qué las mujeres no pueden ser sacerdotes?»¿Por qué no mujeres? Pues bien, Cristo es el primero que defiende la igualdad entre hombres y mujeres. Hay una gran cantidad de mujeres en la Iglesia, empezando por la Virgen María. El cristianismo no hubiera tenido problema alguno en reconocer grandes mujeres, pues cuantas heroínas hayamos en la santa Escritura. Quizás hay más nombres de mujeres en la Biblia con un papel trascendental que en la enciclopedia de historia o en la biografía de muchos partidos políticos.
Que Cristo fuera hombre no es algo circunstancial, sino que responde a la misma promesa hecha por Dios: el Mesías sería encarnado en la persona de un varón. Jesús de Nazaret fue señalado en el Jordán como “el Cordero de Dios” (Jn 1, 29).
Es por esta razón que alcanzamos el dogma de que en el rito católico el sacerdote consagra in persona Christi. No es la boca del sacerdote la que consagra las especies de pan y vino, sino que es el mismo Cristo que en el celebrante pronuncia las mismas palabras del Cenáculo.
Cuando perdamos de vista la identidad masculina del sacerdote instrumental con la del sumo sacerdote real – Cristo – podremos ordenar mujeres (Lc 22, 19)
Núria Conesa Casals