«Aún me quedan 4», «¡qué pereza, me quedan los más chungos», «a mí tres y un trabajo», «me lo tengo que currar si no quiero estar estudiando en junio y julio». Creo que estas son las frases más repetidas por los jóvenes en el mes de enero, literal. Para los universitarios en el mes de enero solo existen… EXÁMENES. Parece casi como el fin del mundo.
Quizá no os pase a todos, pero los exámenes suelen ser como una tragedia griega, un drama… un «alerta roja a todas las unidades». Y nos pasamos tanto tiempo preocupándonos, quejándonos (sí, sobre todo quejándonos), haciendo de una oportunidad un muro, etc. que nos olvidamos de lo que verdaderamente importa, de la finalidad del estudio, que no es simplemente aprobar, pasar una asignatura más… sino estudiar para un para qué mayor, con un sentido más profundo. Seguro que lo tenéis. Piensa, ¿y yo, por qué estudio? ¿Para qué estudio?
Esto no quiere decir que los exámenes no sean importantes, lo son realmente, pero para vivir y aprovechar este tiempo de estudio todo se lleva mejor si se tiene un sentido. Si nuestra actitud frente a los exámenes no es de drama sino de ánimo, de deseo de hacerlo lo mejor posible, será un estudio mucho más fructífero, y al Señor le hará mucho más feliz. San Josemaría decía que en el estudio «a veces hace falta tener al lado caras sonrientes» y es verdad, hacen falta caras sonrientes alrededor que ayuden a animar. ¿Sonreír en exámenes? Vamos, tú estás loca… pero de verdad, pruébalo. Anima a ese amigo que le cuesta más, anima a ese amigo quejica, anima a ese amigo desesperado, anima a aquel que estudia la noche antes.
Da al estudio el lugar que le pertenece, ni más ni menos.Estos exámenes quéjate menos y ofrece tu estudio. Recuerda que tu estudio cambia el mundo y que el Señor también te necesita pegado a una silla.