Heaven is for real, es el título original de este libro que te traigo hoy. Colton, el protagonista, es un niño de 3 años que será sin pretenderlo “un instrumento” en un mundo de lo inmediato donde se quiere conseguir la gran mayoría de las cosas a un click de velocidad. Recurrentemente se dice que, “la realidad supera la ficción”, y este es un caso tan cierto como asombroso, es por eso que su padre, Todd Burpo, escribe el libro con los relatos que un niño de 3 y 4 años espontáneamente le confió.
La inocencia que vamos perdiendo con el paso de los años la encontrarás entre estas páginas que hablan del corazón sencillo que tienen los niños y en este caso tan especial, qué tiene que aportar al mundo.
Ha sido para mí tan conmovedora la lectura de este libro que no quisiera revelarte muchos detalles, ya que perdería la gracia. Por el título podías intuir que la pregunta central es: ¿existe el Cielo del que nos hablan de pequeñitos? Nos responde a esta pregunta el mismísimo Colton, ¡y de qué manera!
Añadiendo un toque distinto a mi modo de recomendar, probaré por si os ayuda más, hacer crítica de esta obra, que vendría a ser la siguiente:
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Es recomendable para personas tanto creyentes como no creyentes, gente de mente abierta en búsqueda de la verdad.
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La redacción de esta obra, a la luz de la fe cristiana luterana, nos acerca al misterio de la vida y la muerte que une a todos los cristianos como la gran familia de Dios.
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Todd al escribir con naturalidad y situando al lector en situación antes de adentrarse en algún acontecimiento, crea el ambiente necesario para participar de la historia y resulte atractiva, amena.
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La lectura de “El Cielo es real” para alguien con una fe débil, no supone confusión ni perjuicio alguno.
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El aspecto negativo que podría hallarse, son algunas vivencias dramáticas de las que parten estas enseñanzas extraídas de la historia de la familia Burpo, cuyo actor principal es el entonces pequeño Colton.
Dejo para los lectores este mínimo fragmento que muestra algo de este gran libro de tamaño menudo.
«Eso sí que me dejó pensando. No hay forma de que un niño de cuatro años sepa eso. Ése fue otro de esos momentos en los que pensé: <<Tiene que haberlo visto>>.»