Si quieres hablar de Jesús sin miedo, ¿Cómo empiezas? ¿Cómo puedes empezar el tema en medio de una conversación ordinaria? Empieza preguntándole por sus creencias, escúchale, mírale, cree en él. Primero, tu amigo empezará a escucharte, pues tú le has escuchado. Segundo, ahora conoces más a tu amigo y sabes de qué modo ayudarle. ¡Es el momento para hablarle de nuestro Padre!
Le puedes preguntar, también, cómo se está preparando para la Navidad, tiempo tan importante para los cristianos. La respuesta más comuna sea: “de ningún modo”, pero aquí no puede acabar nuestra conversación. Explícale qué significa para ti y cómo lo vives con las pequeñas cosas de cada día. Dile que él también puede hacer pequeños esfuerzos y ofrecerlos por algún conocido suyo. Con ejemplos se entiende mucho mejor, los cristianos nos preparamos construyendo poco a poco el algodón de la cuna del niño Jesús; por obras de estudio, algodones. Es decir, por cada rato que le dedicamos al estudio, preparamos algodones para la cuna. Así pues, cuando llegue la Navidad, Jesús nacerá en una cuna más confortable.
Es importante que les contemos que, para su preparación, pueden hacer un plan de vida para prepararse como personas; pueden poner el pesebre, hacer sacrificios, etc. Les podemos dar una felicitación de navidad o christmas con alguna imagen del niño Jesús o de los Reyes Magos para que tengan a Jesús más cerca suyo. ¡Jesús ya estará en sus vidas!
No tengas miedo a hablar de Dios a los amigos más cercanos, a los que quedan marginados en la clase, a los colegas del fútbol, a los primos lejanos y no tan lejanos, a tu novio/a… a NADIE. Estas personas necesitan que alguien les hable de Dios, y por eso Él te las ha puesto en tu vida, solo falta que tú te acerques a ellas sin miedo.
Si te cuesta, puedes pedirle confiadamente a Dios que te proporcione oportunidades para compartir tu fe. Nombra en tu oración de cada día a todas esas personas que deseas ayudar, con nombre y apellidos. Uno a uno, dedicándole unos segundos. No esperemos que las respuestas sean inmediatas, Dios, más que nadie, sabe el momento idóneo para actuar. “¿Entonces por qué tengo que esperar si quiero que se convierta ya?” “Si no es un bien propio…” Puede que con esta espera Dios nos esté haciendo más pacientes y piadosos… lo seguro es que nuestro Padre siempre nos escucha.
«Busqué al Señor, y él me oyó, y me libró de todos mis temores.» Salmo 34:4
Esforcémonos por vivir este tiempo litúrgico con profundidad, con amor, con el sentido cristiano. Practiquemos, mediante nuestro ejemplo diario, las virtudes de humildad y amor. ¡¡ Qué se note que somos hijos de Dios!!
Núria Conesa Casals