Ana y Diego: «Un noviazgo cristiano no es sólo la castidad. Es un proceso para ver si hay amor de verdad, o si sólo hay enamoramiento. Es tener confianza, hablar mucho y de todo; también de Dios. Es impresionante ver que Dios está en medio de tu noviazgo, porque te ayuda a pensar las cosas, a razonarlas, a hacerte preguntas y a tener un punto de vista moral, sin ser tú la última medida de todo lo que haces. Ser cristiano es relacionarte con Dios, y eso te ayuda a ser mejor persona y a intentar hacer felices a los que tienes al lado. Y eso lo llevas a tu relación. Las decisiones sobre el sexo son algo muy serio, pero no son lo único importante»
Los prejuicios que muchas personas tienen sobre los jóvenes que viven un noviazgo cristiano son de lo más variado. Unos creen que ya no existen parejas así; otros, que se saltan la castidad; hay quien cree que les falta vigor sexual; y otros, que son unos mojigatos llenos de miedos. La realidad es muy, muy distinta. Son jóvenes que saben lo que quieren, que se atreven a conocerse en profundidad, que viven su sexualidad con responsabilidad, y que son abiertamente felices, a pesar de las presiones de su entorno. Pasen y lean.
Sondeo rápido en Ciudad Universitaria, Madrid: ¿Qué opinas del noviazgo cristiano? Hay que aclarar la pregunta: Sí, eso implica castidad. Responden, sin afán demoscópico, tres chicas y un chico de veintipocos años, y una pareja que ronda los cuarenta. Los más jóvenes creen conocer algunas parejas que viven la castidad, pero no están seguros. Los de más edad piensan que ya no existen. Nadie añade más matices en el noviazgo cristiano que el no mantener relaciones coitales. Los tópicos son comunes, y l
os exponen con idéntica rotundidad: o son unos mojigatos a los que les han metido miedo al sexo, o les falta vigor sexual, o se saltan la castidad porque, «en realidad, están más salidos que el pico de una mesa».
Es evidente que ninguna de estas personas ha tratado con una pareja de novios cristianos que viva su relación de forma plena. Novios como María y Javi, de 23 y 22 años, o como Ana y Diego, de 18 y 17. Si lo hubieran hecho, se habrían dado cuenta de qué significa vivir un noviazgo cristiano y, quizá, como les pasa a algunos amigos de estas dos parejas, les habría llamado tanto la atención que se plantearían si, en realidad, no es eso lo que buscan para su vida.
Sexo sí, pero no sólo sexo. Pero, vayamos por partes. Sobre todo, porque aunque lo más morboso es el asunto de la castidad, un noviazgo cristiano es muchísimo más, como insisten Ana y Diego, en la fotografía de la derecha. Ellos llevan poco más de un año juntos, y, como otros muchos adolescentes, empezaron a salir cuando él tenía 16 y ella 17 recién cumplidos. A pesar de su juventud, hablan con una claridad meridiana: «Un noviazgo cristiano no es sólo la castidad. Es un proceso para ver si hay amor de verdad, o si sólo hay enamoramiento. Es tener confianza, hablar mucho y de todo; también de Dios», dice Ana. «Es impresionante ver que Dios está en medio de tu noviazgo, porque te ayuda a pensar las cosas, a razonarlas, a hacerte preguntas y a tener un punto de vista moral, sin ser tú la última medida de todo lo que haces. Ser cristiano es relacionarte con Dios, y eso te ayuda a ser mejor persona y a intentar hacer felices a los que tienes al lado. Y eso lo llevas a tu relación. Las decisiones sobre el sexo son algo muy serio, pero no son lo único importante», añade Diego.
Lo cierto es que, si hoy llama la atención que una pareja viva un noviazgo cristiano, es porque el ambiente bombardea con un modelo de relaciones basadas en el sexo. Un estudio del Ministerio de Interior del Reino Unido, publicado el año pasado (cuando gobernaba el partido laborista, o sea, la izquierda), alertaba de que «la televisión, las películas, la música y los medios escritos presentan a los jóvenes un mensaje hipersexualizado», e «imponen la sexualidad adulta a niños y jóvenes, antes de que sean capaces de afrontarla mental, emocional y físicamente». Las consecuencias son negativas para toda la sociedad: banalizar la sexualidad no es sólo cosa de púberes. En este ambiente, ¿quién elige un noviazgo cristiano?
Ana y Diego reconocen que fue determinante el ejemplo que encontraron en su parroquia –Cristo Sacerdote, en Madrid-:«Nuestros catequistas, Félix y Bea, una pareja joven que se acaba de casar, también nos dieron su testimonio de noviazgo cristiano y me llamó mucho la atención», dice Ana. Para Diego, «el inicio de mi relación con Dios coincidió con el inicio de mi relación con Ana, y hay muchas cosas que todavía no tengo claras y que me suscitan dudas», pero aun así, «me voy fiando poco a poco del Señor. Quiero a Ana hasta la locura y no veo futuro sin ella, pero reconozco que si tuviera que pasar por otra relación con una chica que no fuera cristiana, echaría de menos esto tan especial: la confianza, el respeto, poner a Dios en medio de todo, tener claro que el sexo no es algo con lo que puedas jugar…»
Lo de ver el ejemplo de otros también fue crucial para María y Javi, en la fotografía de la izquierda. Tienen 23 y 22 años, y llevan 5 de relación. Como otras parejas, sus inicios fueron convulsos: «Aunque éramos muy diferentes, yo más bien pijilla y Javi un poco macarra, éramos muy buenos amigos y nos daba miedo estropearlo», dice María. Por eso, buscaron referentes. «Yo había visto el testimonio de muchos jóvenes de Cursillos de Cristiandad, porque mis padres eran presidentes del Movimiento en Madrid. Veía a gente que, al vivir así su noviazgo, aunque lo dejaran después, eran más felices que amigas mías que iban de un chico a otro. Ellos eran fieles, no picoteaban, y supe reconocer que eso era lo que quería para mí». Para Javi lo determinante fueron las relaciones que había mantenido antes: «Yo me había liado con otras chicas, y con María sabía que tenía que ser diferente, porque la quería de verdad. El uso y disfrute de otras chicas no me había hecho más feliz. Me había aliviado la excitación del momento, sí, pero sabía que eso no me hacía mejor persona; al contrario. Cuando terminaba la excitación, lo último que me apetecía era ponerme tierno o darle un beso a la chica. Con María era distinto, no quería hacer un uso egoísta de ella, sino una entrega total, respetarla y respetarme».
Pero, claro, una cosa es tomar la decisión y otra mantenerla según transcurre el noviazgo. «El Bautismo y tener las cosas claras no te quitan las hormonas. María y yo nos gustamos mucho, y claro que cuesta mantener la castidad. Cada vez quieres más a la otra persona, y por eso cada vez quieres entregarte más», reconoce Javi. «Nuestros gestos sexuales, nuestras muestras de cariño, van creciendo en la medida en que crece la relación. Los dos hemos tenido momentos de decir No hacemos esto, porque si hago esto, no voy a poder darte sólo esto durante mucho tiempo, y voy a querer entregarme a ti del todo», añade María. Y Javi remata: «Para nosotros, el sexo no es un tabú. Por eso es muy importante hablar las cosas, buscar razones y no excusas, no hacer las cosas porque sí, comunicarnos, ser honesto contigo y con el otro, vencer la barrera del egoísmo, abrir el corazón, aunque eso te haga vulnerable, y saber que cuentas con Dios para entender las cosas y hacerlas tuyas».
¿Qué se puede hacer, hasta dónde se puede llegar?
Su decisión suscita divisiones: «Los chicos flipan, pero suelen decir que, en el fondo, me admiran», dice Javi; «y las chicas intentan convencerme, hasta con detalles escabrosos, de lo bueno que sería acostarme con Javi»,cuenta María. Otros les preguntan dónde está la línea, qué se puede hacer y qué no: «Es la pregunta del millón -explica María-, ¡como si hubiera un manual! Nosotros, equivocándonos, hemos sabido atinar. Porque, en el fondo del corazón, sabes que hay cosas que no están bien, que te chirrían. Aunque en ese momento te nuble la excitación, lo reconoces luego y lo hablamos».