Estos días, en Cataluña, la independencia es monotema. ¿Habrá referéndum? ¿Qué va a pasar después del 1-O? ¿Vamos a vivir una Semana Trágica II en Barcelona? Hay quienes (ya de edad avanzada) recuerdan las movilizaciones de la Guerra Civil y viven estos días con angustia. Hay quienes se pasan el día leyendo las noticias para ver si hay novedades. Hay quienes sonríen cuando los profesores de universidad dicen que se declara la huelga y que no hay clase… El Govern de la Generalitat afirma que el domingo las urnas saldrán a la calle y el Estado español niega que esto vaya a ocurrir. ¿Qué hacer? ¿Cómo reaccionar? ¿Cómo deben actuar los católicos frente a esto? No es fácil tener una opinión tajante porque no es ni todo blanco ni todo negro, y por tanto hay que tener criterio y ser críticos con sentido común.
Me gustaría destacar unas palabras del cardenal de Barcelona, Juan José Omella, que pronunció en el sermón de la Misa del Domingo, día de Nuestra Señora de la Merced:
“Hermanos, no perdamos la esperanza en Dios. Él cumple siempre sus promesas. (…) Sé que estamos viviendo momentos complejos en nuestro país. No podemos ni debemos ser agoreros de calamidades. Debemos trabajar todos para poner ternura y misericordia a nuestro alrededor. Debemos evitar la confrontación, la violencia, el desprecio a los demás”. Tras esto, yo no tengo nada que decir. Así es como hemos de vivir todos nosotros estos momentos. “Pon amor y sacarás amor”, dice san Juan de la Cruz.
“Votem per ser lliures” (Votamos para ser libres) es la frase que se lee en miles y miles de carteles pegados por la ciudad de Barcelona. ¿Libres? ¿Qué es la libertad? Tenemos a veces una visión un poco tecnicista de ésta, y la confundimos con el poder. Jaques Philippe, en su libro Si conocieras el don de Dios dice que “La medida de nuestra libertad es la medida de nuestra fe, nuestra esperanza y nuestro amor”. Es lo mismo que pide el Cardenal de Barcelona.
La libertad no consiste en hacer lo que uno quiere por el simple hecho de desearlo, por el placer, porque sí… sino que la verdadera libertad es elegir el bien, aquello que ensancha nuestra alma, aquello bueno para la sociedad. Está claro que al ser libres podemos votar, pero el hecho de votar en sí ¿nos hace de verdad libres? ¿Sí no votamos, no somos libres? Con este planteamiento se puede pensar que lo importante es votar y no lo que se vota, el contenido en sí. Así que, no confundamos verdaderamente para que estamos hechos y juguémonos la vida por grandes ideales, para que triunfe la civilización del Amor que tanto desea Cristo.
Estrella Marqués