En el viaje Colombia que el Papa Francisco emprendió a principios de este mes, se encontró con los obispos colombianos, a quienes dio varios consejos para llevar a cabo su labor pastoral. Pensándolo bien, estos consejos nos sirven a todos: laicos, consagrados, sacerdotes, matrimonios… ¡porque son consejos para todos los cristianos!
- Recordar que Dios nos precede, somos sarmientos, no somos la vid. Por tanto, no enmudezcan la voz de Aquél que los ha llamado ni se ilusionen en que sea la suma de sus pobres virtudes ―las de ustedes― o los halagos de los poderosos de turno quienes aseguran el resultado de la misión que les ha confiado Dios. Al contrario, mendiguen, mendiguen en la oración cuando no puedan dar ni darse, para que tengan algo que ofrecer a aquellos que se acercan constantemente a sus corazones de pastores.
- Tener en cuenta que el primer paso siempre es de Dios. Les recomiendo vigilar no sólo individualmente, sino colegialmente, dóciles al Espíritu Santo, sobre este permanente punto de partida. Sin este núcleo languidecen los rasgos del Maestro en el rostro de los discípulos, la misión se atasca y disminuye la conversión pastoral, que no es otra cosa que rescatar aquella urgencia de anunciar el Evangelio de la alegría hoy, mañana y pasado mañana (cf. Lc 13,33).
- Vivir en comunión. Pentecostés consiente que todos escuchen en la propia lengua. Por eso, busquen con perseverancia la comunión entre ustedes. No se cansen de construirla a través del diálogo franco y fraterno, condenando como peste las agendas encubiertas, ―por favor―. Sean premurosos en cumplir el primer paso, del uno para con el otro. Anticípense en la disposición de comprender las razones del otro. Déjense enriquecer de lo que el otro les puede ofrecer y construyan una Iglesia que ofrezca a este país un testimonio elocuente de cuánto se puede progresar cuando se está dispuesto a no quedarse en las manos de unos pocos.
- Acercarse a las personas, tocar la carne de Cristo. No sirvan a un concepto de hombre, sino a la persona humana amada por Dios, hecha de carne, huesos, historia, fe, esperanza, sentimientos, desilusiones, frustraciones, dolores, heridas, y verán que esa concreción del hombre desenmascara las frías estadísticas, los cálculos manipulados, las estrategias ciegas, las falseadas informaciones, recordándoles que «realmente, el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado» (Gaudium et spes, 22).
- Formarse para construir comunidades sólidas, tanto los sacerdotes y consagrados, como los laicos.
- Pedirle a Dios, por medio de la Virgen, la gracia de cumplir siempre su voluntad.