Es como mínimo una tarde. Una tarde en la que te sientes sólo, desocupado, vacío. Quizá vas con un amigo a vivir al mismo sitio, en cuyo caso, ese momento se pospone, hasta la tarde en que a él le surge algo que a ti no. En caso contrario, si vas sólo, suele pasar al principio. Todavía no tienes planes, no han empezado las clases, no has conocido a nadie. Si ya has estudiado un tiempo en el extranjero, o acabas de comenzar, sabes a lo que me refiero.
Quizá en ese momento te preguntas qué haces allí con lo bien que se está en casa, que no sabes cocinar, que no has hecho quizá ni una compra sólo. Que te bailan en la mente los créditos y los correos, que te entiendes como puedes, por que no te has acostumbrado al acento, que… que todo el mundo te había dicho lo guay que está, y se alegran por ti cuando te vas, pero quizá nadie te advierte de los contras. Y ahora es más fácil, porque abres el ordenador y te aferras al infinito tablón de Facebook, o a las malas, desempolvas conversaciones de Whatsapp que quedaban muy abajo, con tal de hablar con alguien y matar el tiempo. Pero eso es llenar de vacío y el vacío vuelve a llenarte.
¿Cómo no se te ocurre, como católico, ponerte en manos de Dios, nada más llegar? Eso sí que reconforta. Eso sí que te llena, en este caso, de plenitud. Habla de tus preocupaciones con Jesús, confíaselas a Él, que te guíe y te acompañe. Hazlo a ser posible ante un Sagrario. No desaparecen los kilómetros a casa, ni el pellizco en el estómago de sentirte lejos, pero cobran sentido. Porque lo ves todo más claro: si estás ahí es por algo y si lo pasas mal también, ¡será que te quiere hacer más fuerte!, ¡que quiere que sepas resolverte por ti mismo! o que afiances tus virtudes e incluso, que aprendas a sufrir un poquito.
Y es que… ¿los católicos somos más débiles, y necesitamos aferrarnos a un ente superior, porque no somos capaces de afrontar esto nosotros mismos? Nada más lejos de la realidad. Lo que pasa es que tenemos un recurso mejor aún que nuestra fuerza, un Padre y unos hermanos, gracias a Dios, repartidos por todo el mundo. De hecho, raro será que no puedas encontrar más o menos al alcance, una parroquia o sacerdote católico, y con ello, una familia (lo cual queremos facilitarte). Y esto lo digo desde mi propia vivencia. Al ponerme pronto en Sus manos, conocí al grupo de jóvenes católicos de la Universidad. Y por supuesto, han sido amables, simpáticos, cariñosos, me han acogido y abierto un sinfín de actividades y oportunidades de todo tipo, que quizá encuentres de algún modo en la Universidad, o quizá no. Que des con lo contrario sería lo raro, porque compartimos lo principal, la fe en Jesucristo y su Iglesia, y ambos son amor.
Además, Jesús no está sólo para eso, sino que pronto empiezan miles de nuevas y geniales amistades, planes de todo tipo, culturales, deportivos; fiestas, viajes… y te aseguro que no es lo mismo. No es lo mismo vivirlos sólo que disfrutarlos con Él. De verdad, que la alegría de un paisaje o una cerveza, de un partido o un paseo, de una fiesta o una amistad, con Dios se hace plena y da esperanza, para que todos esos momentos en los que el frío, la lluvia, el idioma, etc., problemas con los que no tienes que luchar en tu país, se te junten y amenacen con darte el bajón, se vean superados por la felicidad que reside en vivir con Cristo.