Si Dios existe, no está en misa, esta es una de las muchas respuestas que advierto entre amigos sobre la importancia de la religión en la juventud de ahora. Porque creer en Dios, la mayoría cree, pero no sé si son las normas, o la poca identificación que tienen con la institución.
Está claro que no les representa, eso dicen ellos, no se sienten identificados, por pasado oscuro o porque miran con tanta esperanza al futuro que se les queda obsoleta la idea reciente.
Y no es este el único problema. La ignorancia a mi parecer es el más problemático. Puede que existan millones de razones para huir de la religión. Pero solo hay una que conozco que me da la razón. Mi sexto sentido. Cuando voy a misa, encuentro una paz que no hay en otro lugar, cuando hablo con Dios frente al sagrario, no hay conversación que supere en profundidad y entendimiento. Y la ciencia eso sí lo ha demostrado.
Podría esgrimir como mil artículos, defendiendo el pasado oscuro y los errores de la iglesia. También los presentes (recordemos que no deja de ser hecha por hombres). Pero la verdad para mi es otra. Estamos atrasados.
Atrasados como lo ha estado históricamente este país; llegamos tarde al romanticismo, y a la ilustración. Y llegaremos tarde a este periodo histórico-¿liberalismo?-, y esta vez la falta de comunicación no será la culpable.
Cuando viaje por Francia, en los últimos años, me sorprendió que un país tan liberal no detectara signos tan agnósticos en la juventud, como en España. Me sorprendió en gran medida. En esa época era yo ateo, y estaba convencido de que el ateísmo era cultural, algo necesariamente unido a la libertad y el conocimiento. Y cuál fue mi sorpresa, viendo gente de todas las edades yendo a misa, y sintiéndose identificados con algo tan “arcaico”.
Yo entiendo que venimos de un pasado, donde ser ateo no era la mejor opción para tener amigos. Y que queremos demostrar nuestra falta de cadenas, esgrimiendo nuestras mejores ideas con total objetividad y realismo. Pero, ¿es el ser humano, algo puramente científico? ¿Simples células que forman vida y que no gozan de un libre albedrio, sino que están predestinadas por un azar? No he creído eso ateo, y no lo voy a creer tampoco ahora que soy religioso. La realidad es que a España nos asusta lo nuevo, y lo nuevo no consiste en ser tan libre que todo lo de ayer sea mentira. Habrá cosas que haya que cambiar y otras que no. La Iglesia tiene que evolucionar, pero no desaparecer, como la política y el amor.
¿No aprendemos continuamente, con estudios científicos o libros y conversaciones, como tratar mejor a los demás? A nuestra pareja, amigos, familia… ¿y no buscamos nuevos grupos políticos que nos representen mejor en la democracia? ¿Porque íbamos a destruir una iglesia que busca renovarse continuamente, y mejorar sus errores? Un hermano mío, en mi época de saltimbanqui , me dijo que para arreglar el sistema hay que pertenecer a él, construir desde dentro.
Desde las raíces, pasando por el tronco, hasta las hojas y la flor, no busquemos tener ya el regalo de los frutos, sino antes no hemos regado nuestra planta.
Javier Gonzalo Pellico