SILENCIO
El Padre Ferrera se ha perdido en Japón. Y se ha perdido en todos los sentidos, ya que las ultimas noticias que tienen de él, son descorazonadoras: Ha apostatado y vive en la isla con su nueva familia japonesa, mujer e hijos. Sus discípulos, los jesuitas Padre Rodrigues y Padre Garrupe no quieren creerlo, es imposible que alguien que les enseñó todo lo que saben sobre la fe, a quien deben toda la fuerza con la que creen en Jesús haya apostatado. Sus superiores consienten en enviarlos a Japón por la gran insistencia con la que esgrimen sus argumentos, a pesar de que saben que los envían a una muerte casi segura, a la vista de las noticias de torturas, martirios y persecuciones que están sufriendo los cristianos por parte de los inquisidores de Japón. Una vez allí vivirán situaciones totalmente extremas, intentaran comprender la fe “especial” de los japoneses, experimentarán la fuerza sangrante de la fe y la maldad extrema de la que es capaz el ser humano, y por supuesto, los silencios de Dios, pero también sus caricias.
La historia está emplazada en Japón en el siglo XVII. Antes de verla debemos ponernos un poco en situación. Los primeros cristianos, principalmente jesuitas llegaron a Japón a mediados del siglo XVI, siendo la labor de evangelización curiosamente eficaz, de forma que a finales del siglo XVI se estiman en 200.000 los cristianos japoneses conversos. Ante esto, el gobierno japonés (Que en aquel momento era una dictadura) se empieza a asustar del poder de la fe cristiana, que rinde pleitesía a Dios por delante de patrias, dictadores, etc., y comienzan así las primeras persecuciones. De esta forma, en el siglo XVII, en el que comienza esta película, no quedaban en Japón más que cristianos que vivían su fe a escondidas, sin ningún sacerdote que pudiera impartir sacramentos, pero sin que ello sea óbice para vivir con fuerza la fe que mantienen oculta.
La película no deja indiferente a nadie, tan dura que en ocasiones resulta desagradable, pero sobre todo plantea cuestiones interesantísimas como son las tremendas dificultades de la evangelización en aquellos lugares con culturas racionalistas muy fuertes, la fuerza extraordinaria de la fe a pesar de los silencios de Dios y el horror del martirio que trae consecuencias fatídicas para quienes lo sufren. Es tremendo cómo nos muestra la maldad de la que es capaz el hombre, y la forma en la que la fe que es una cuestión abierta, expresa y transferible en los jóvenes, pasa a ser una cuestión puramente íntima y silenciosa en los mayores, a la vista de la extrema dureza de los hechos que han ido viendo y viviendo.
Finalmente, destacaría tres aspectos de la película que me han llamado la atención:
En primer lugar, la actuación de Andrew Garfield que me parece magnífica y que te lleva perfectamente a través del sufrimiento en el silencio (“Me siento tentado a perder la esperanza… El peso de tu silencio es horrible”) y de alegría y esperanza en las caricias de Dios.
Por otra parte, la apertura y el cierre, con el mismo sonido e imagen, y la misma dedicatoria de Martin Scorsese: “Para la mayor gloria de Dios”. Aunque algunos lo encontrarán discutible.
Y por último, la frase final del film: Solo Dios puede juzgar el corazón de los hombres, solo Dios sabe.