¿Os suena Louis de Wohl? Pues esta es la mejor manera de empezar a conocerlo. Fue un renombrado escritor de mitad del s. XX que decidió poner al servicio de Dios su talento por la literatura. De Wohl se dio cuenta de que a la gente joven lo que le faltaba eran guías, ejemplos de vida, y ¿quién mejor que los santos para ser modelos de vida? De esta manera, de Wohl empezó a novelar la vida de los grandes santos como santa Catalina de Siena, santo Tomás de Aquino, san Francisco de Asís…
Puede parecer un poco tostón esto de leer vidas de santos, un verdadero palo y algo anticuado… pero cuando descubres cómo el autor narra la vida de estos santazos se te hace verdaderamente ameno y apasionante. Es capaz de transmitirte los mismos ideales que empujaron a Juana de Arco, san Agustín, san Pablo o san Francisco Javier a cambiar el mundo y vivir radicalmente el Evangelio, a tomarse la santidad en serio.
Oriente en llamas narra la vida novelada de san Francisco Javier, el gigante de las misiones. No sé si conocéis algo de la vida de este santazo, pero después de leer el libro os entusiasmará y os entrarán deseos de vivir como él, de ser totalmente de Cristo, vivir por Su causa.
La vida de san Francisco Javier daría para más de una novela y más de un mapa para descubrir todos los lugares en los que predicó el Evangelio, pero de Wohl consigue captar el motor de su vida, lo más esencial en él. Es verdaderamente apasionante porque Javier era lo que se llamaría un guaperas: atlético, guapo, listo, caballero, un tío top top… sin embargo, el sentido de su vida era él, él y solo él, hasta que Dios pone en su camino a otro santazo: san Ignacio de Loyola. ¡Cómo una amistad puede cambiar radicalmente tu vida! San Ignacio le hace ver que puede conquistar el mundo pero ¿de qué sirve si pierdes tu alma haciéndolo? Desde entonces, Javier cambió totalmente de vida, se unió a san Ignacio y fundaron la Compañía de Jesús con el deseo de llevar el Evangelio hasta los últimos confines de la Tierra y salvar a todas las almas, que no se pierda ninguna.
Es así como san Francisco Javier fue el primer misionero en la India, Goa, Japón y murió a las puertas de China. El sentido de su vida era inflamar y hacer arder a todo Oriente de amor por el Señor, por el Evangelio. De hecho, cuando san Ignacio despide a san Francisco Javier le dice «ve y prende fuego a todo», que por donde pase todo lo revolucione con el fuego del amor de Dios, que nadie se muera sin haber conocido a Cristo; que solo tenemos una vida, una oportunidad y hay que darla, hay que darse hasta dar la vida, y por Cristo ¡Vale la pena!
Cuando el libro termina, uno se da cuenta de que su vida puede y debe ser así: vivir por Cristo, para Cristo, con Cristo, de Cristo; y llevar a nuestro entorno el Evangelio, vivir de verdad el Evangelio, sin miedo, sabiendo que quizá muchos no leerán otro Evangelio que nuestra vida. Todos estamos llamados a ser misioneros, como san Francisco Javier, porque el cristiano es el que comparte la misión de Cristo.