Hoy entrevistamos a Mons. Enrique Figaredo, tal vez más conocido como «el obispo de la silla de ruedas». Esperamos que disfrutéis de la entrevista tanto como nosotros. Es una gran oportunidad para conocer más y acercarnos a la realidad de nuestros hermanos en Camboya.
¿Qué proyectos tenéis en Camboya, Kike?
Hay una gran diversidad de proyectos sociales, aunque también hay sociopastorales. En educación hay desde guarderías hasta centros universitarios, también hay escuelas primarias donde hay parroquias y en algunas zonas donde ni siquiera las hay.
¿Fundadas por vosotros?
Sí, sí, fundadas y construidas, poco a poco se han ido acondicionando chozas convirtiéndolos en lugares dignos para la educación. Además hay dos escuelas medias y otro tipo de educación informal: alfabetización de personas adultas, salas de ordenadores para que los niños se acerquen a la tecnología, cursos de inglés…
Para los universitarios tenemos 300 becas, no para formación en materias concretas, sino en formación de liderazgo. Formamos líderes para que sean ellos quienes lideren a otros jóvenes en sus comunidades.
Dentro de los servicios sociales, trabajamos con niños discapacitados, tanto mentales como físicos. Y en cuanto a la salud, tenemos varios centros y profesionales que se encargan de hacer visitas médicas; intentamos que la salud llegue a todos. Uno de los acercamientos más bonitos que tenemos es a los enfermos de VIH y a sus familias.
También favorecemos que los niños de Camboya, sobre todo los discapacitados, conozcan sus bailes y los practiquen, porque tienen unos bailes folcróricos y clásicos preciosos.
Y yo me pregunto, ¿cómo una persona mutilada puede recuperar la fe en Dios?
Lo primero que intentamos que recuperen es la confianza en sí mismos, hacerles ver que son importantes y no inútiles o no deseados. Cuando ellos sienten ese espíritu de superación, se sienten orgullosos de ser discapacitados, no por serlo, sino por poder triunfar y mostrar la belleza (en el baile, en el trabajo…) aun siéndolo. Una de las chicas trabaja en mi despacho y va en silla de ruedas, se siente querida por Dios, se siente animada y en deuda porque a pesar de ser un petardo ha tenido muchas oportunidades y ha recibido mucho cariño.
Y todo esto que vives con ellos, ¿te hace sentirte de algún modo padre de esos niños camboyanos?
Claro que me siento papá de muchos niños camboyanos, pero a la vez siento que lo que tengo que transmitirles es que estoy allí enviado por Dios, que el cariño y todo lo que les doy lo tengo porque yo lo he sentido del Señor y se lo traspaso. Intento que vean que lo que tienen que sentir de verdad es la paternidad de Dios, que son más suyos que míos.
Cuní, una niña de la que yo me siento realmente su papá por su trayectoria vital y la cercanía, agradece que yo le haya dado oportunidades, pero se siente deudora del de Arriba.
O sea, allí intentas que por medio de vuestras buenas acciones los niños vean a Dios…
Sí, claro, que transparentemos el cariño de Dios, que no se puede imponer, sino que es un don. Que después ellos crean o no en Dios es ya don del Espíritu Santo. Intento hacer algo parecido a lo que dice san Pablo a los Gálatas: por la fe de Jesús hemos creído en Él y por eso le predicamos, pero porque Jesús nos mostró su propia fe, la que El tenía en su Padre.
A veces intentamos convencer a los demás con las palabras, con la teoría, con el discurso…, cuando vale más un hecho tan simple como enseñarle un baile a una niña discapacitada adaptado a sus circunstancias.
En efecto. Y en esas situaciones es donde tenemos que decirles: esto es el amor de Dios, no hay más.
Cambiando de tema, allí el budismo es la religión mayoritaria, ¿es algo que te dificulte la labor?
No, para nada. El budismo es muy tolerante y nos deja desarrollar nuestra labor sin problema. Además, esto nos da dos ventajas: que acogen el Evangelio con mayor libertad porque no lo conocen y todo es novedad para ellos, y que su modo de vivir y de pensar nos enriquece en la lectura del Evangelio.
Entienden la religión mucho mejor que nosotros, tienen un espíritu de gratitud que a nosotros se nos pasa.
Háblanos de tu vocación, de tus inicios, de la llamada para ser prefecto apostólico…
A mí esto de la vocación me vino despacito, no vino de una. Yo era jovencito, estudiaba en los jesuitas de Gijón y de chiripa fui a Taizé, allí mi principal inquietud era conocer a Dios, rezar por mis padres, por mis hermanos…, al principio no sentía nada y rezaba intensamente para sentir la presencia de Dios. Un día rezando en una capilla, Dios me dijo en aquella oración: Kike, no te embarulles, si me quieres encontrar y conocer yo vivo en los demás, y el rostro de los demás es mi rostro, búscame en los demás. Y las relaciones que tengas con los demás son como las relaciones trinitarias, de apoyarse unos a otros.., y esto soy yo, búscame en las personas. De allí salí transformado, mirando a las personas de una manera diferente, todos eran presencia de Dios. A partir de ahí empecé a rezar más, a leer más el Evangelio, me di cuenta de que Dios estaba más realmente en los «menos relevantes»: los pobres, los más pequeños, los ancianos…
Después, me vine a Madrid a estudiar, empecé a trabajar en un barrio con jóvenes inmigrantes, me involucré en una parroquia. Por las mañanas era un joven universitario flojo que solo pensaba en divertirse, pero por las tardes era el joven que buscaba a Dios; hubo un momento en el que pensé: ¿Qué me va más?, ¿dónde está mi vida: en ser el universitario que piensa en sí mismo o en ayudar a los demás y seguir a Dios? Evidentemente me decidí por la segunda.
Entré en la Compañía, hice el noviciado y conocí el JRS (Servicio de Ayuda al Refugiado) y pensé: ¡Esto es lo mío! Mandé una carta a Roma, pedí ir de voluntario a ayudar a los refugiados, y terminé en Camboya con los discapacitados físicos de mina.
Pasan los años y te nombran prefecto apostólico de Battambang…
Sí, pidieron al general de los jesuitas que me hicieran prefecto, lo que equivale a obispo en una zona de misión. Cuando me lo dijeron me llevé una gran sorpresa, yo nunca lo había pensado, de hecho creí que se habían equivocado; yo no había trabajado en el seminario, no sabía de derecho canónico, ni nada de nada…, yo soy un todoterreno para ir de aquí a allá. Me dijeron que no era ninguna equivocación, que justo era eso lo que necesitaba. ¡Bendito sea el Señor, a correr! -pensé-.
Cuando me nombraron prefecto tuve que salir de MonteyPrieb a Battambang, lloré porque estaba muy feliz allí, tenía mi comunidad… Llegué a Battambang, los terrenos de alrededor de la iglesia estaban totalmente desiertos, todo tristísimo…, le dije al Señor: Sí tú me has traído aquí, ¡para adelante!
Has recibido muchos reconocimientos y premios, ¿cómo consigues mantener la humildad?
Quieras o no, el creértelo se te pega, es inevitable, somos humanos, ¡y se te pega! Te crees que eres tú el que hace, crees que son tus méritos, y la gente también te lo dice. Pero gracias a Dios la vida te da palos y lo que tienes que hacer es hacerte un selfie y darte cuenta realmente de quién eres. Yo no soy nada, soy el servicio a la gente sencilla, a los preferidos de Dios. La sencillez, el no creértelo es lo mejor que te puede pasar, además, la sencillez va de la mano de la felicidad, y yo estoy muy contento.
Las cosas no están en nuestras manos, están en manos de Dios; yo en Camboya no estoy en mi misión, estoy en la misión de Dios, yo he llegado a Camboya por obediencia a mis superiores. Mi único mérito ha sido estar abierto y haber seguido el camino, caminando humildemente al lado del Señor.
¿Cuáles son las cualidades que se le piden a un voluntario?
Hay cuatro cualidades que son las más importantes:
- Buena comunicación: salir de uno mismo, comunicar con transparencia y sin agresividades…, muchas veces los problemas se diluyen si los compartes, una pena compartida se divide por la mitad, pero una alegría compartida se multiplica por dos.
- Flexibilidad: si montas un plan, la vida te lo suele cambiar; a veces llueve y hay que cambiar de plan, deja de llover y hay que volver al otro… ¡Hay que ser muy flexible!
- Positividad: todo problema tiene una parte positiva, hay que aprender a verla y a valorarla. Las personas cenizas y negativas no valen, ya hay muchas dificultades y problemas, la positividad es crucial.
- Alegría: lo que se hace, se hace con alegría, con una sonrisa, no enfadado. Si tienes que deshacer tu plan y empezar una cosa nueva, que sea con alegría.
Si al final hay una de estas cuatro cosas que no te salen, lo más importante es querer a la persona que tienes delante; querer a ese desastre que tienes delante que está poniendo a prueba tu paciencia, tu positividad, tu buena comunicación…, tienes que comértelo a besos.
¿Y tu relación con la santa Teresa de Calcuta?
Tuve la inmensísima suerte de conocerla en Camboya, vino a visitarnos dos veces. La primera vez no tuve más que recibirla, después nos dio una charla y poco más, pero la segunda fui su chófer oficial, me llamaba brother, ¡yo estaba encantado de llevarla donde me mandase! El 21 de septiembre era mi cumpleaños y las hermanas le dijeron que justo ese día cumplía años, la abrí la puerta de la furgoneta, se bajó, me miró y dijo Brother, me han dicho que es tu cumpleaños y sacó de su manto una Virgencita fosforescente que puede ser la de Lourdes y la de Fátima a la vez. Me dijo happy birthday, brother y me dio la Virgen. No me esperaba un regalo personal suyo, es como si me hubiera dado un brillante, me quedé sorprendido. Esa Virgencita, aparte de rezarle, se la regalé a mi madre, la tenemos en casa guardada como oro en paño, es una reliquia.
El servicio de las hermanas me inspira, su sencillez… Me siento muy unido e inspirado por la Madre Teresa.
Quiquete Flores , Daniel García y Lorena Morais.