Hoy las redes sociales se llenan de mensajes de feliz 2017, de balances del 2016, hasta los autobuses urbanos utilizan sus luminosos para desear un feliz año a los transeúntes. Detrás de todo eso, de los buenos deseos, de las uvas, del champagne, de las mejores galas que nos pondremos esta noche…, ¿está Dios? Aparentemente, que empiece un año nuevo no tiene nada que ver con nuestra fe, incluso el año para la Iglesia ha comenzado ya. ¿Cómo encajar a Dios en todo este alboroto que tenemos hoy preparado en casa?
La vida es don, mañana se nos regala poder empezar de nuevo -como cada día- a vivir dando gloria a Dios, cumpliendo su voluntad, haciendo el bien…; ¡pero Dios también te ha regalado eso justo hoy, por eso estás leyendo estas líneas! Te ha regalado un hoy durante 365 días más… ¡Eso celebramos! Nochevieja tiene que ser un profundo acción de gracias por la vida que se nos regala, por eso la Iglesia nos invita a rezar el Te Deum el último día del año, un himno de acción de gracias que nuestros hermanos rezaban ya en los primeros siglos. Que no se nos desvíe la mirada de lo esencial en esta Nochevieja: el don de vivir un año más, pero que tampoco pasemos por alto hacer examen de conciencia sobre el año que termina para que nuestros errores sean el trampolín para saltar hacia un 2017 más cerca de Dios y de los demás. ¡El pasado a su misericordia, el futuro a su voluntad! O -en palabras del P. Arrupe- ¡para el pasado «amén», para el futuro «aleluya»!.