Hoy domingo, cerramos la semana hablando de la última obra de misericordia corporal: “enterrar a los muertos”. ¿Cómo puede ser esta acción tan triste una obra de misericordia?, ¿una acción que nos santifique? Pues efectivamente, lo es, y la Iglesia le da una importancia merecida: es el último paso que damos para vivir eternamente con Cristo y como tal, merecemos una digna sepultura, no podemos dejar este mundo, en el que hemos sido felices, de cualquier manera.
Pero… ¿hay alguien que no entierre a sus familiares cuando fallecen? Porque parece algo tan normal,, que no tiene mérito. Quizá tenga más sentido en situaciones de guerra o catástrofe, donde resulta más difícil. Perfecto, esta me la salto, ya solo tengo que hacer 13 de las 14 obras de misericordia, esta no la puedo aplicar a diario, tiene que morir algún familiar y espero que no pase con frecuencia.
¡No nos escapemos tan rápido! Somos jóvenes, quizá no hayamos tenido que afrontar esta situación tan triste, o nos la hayamos encontrado en contadas ocasiones. Por eso hoy vamos a verlo desde otra perspectiva: hay muchos muertos en vida. Seguro que entiendes la expresión, sino, mira a tu izquierda y a tu derecha en clase, a primera hora sobre todo. Tenemos, a nuestro alrededor, a muchos jóvenes que no portan la alegría y la energía que habría de caracterizarlos. Nos pasa a nosotros mismos en muchas ocasiones, ¿verdad?
Pues he aquí nuestra obra de misericordia, enterrar a esos jóvenes muertos en vida, que deambulan por la sociedad encerrados en tres pilares: el sofá, el móvil (tele, tablet, ordenador, cualquier pantalla) y el dinero (como objetivo de vida y como medio para adquirir nuestro botellón –en el mejor de los casos-). Nosotros somos los encargados de, primero, vigilar que no caigamos en ello y, segundo, despertar a los que así vemos a nuestro alrededor.
Qué alegría, qué satisfacción personal y qué felicidad plena se alcanza cuando vivimos defendiendo nobles ideales, buscando respuesta y solución a la injusticia, luchando, en medida de nuestras posibilidades, por la integridad del ser humano, enraizada en el amor, la libertad, el respeto, la caridad… y el resto de valores cristianos que nos enseñan Jesús y su Evangelio. No quiero ser duro, pero ponte ya manos a la obra, que esto pasa rápido y algún día practicarán esta obra de misericordia con nosotros.
Seamos valientes, salgamos del sofá, como nos dijo el Papa en Cracovia. ¡El mundo te necesita!