A lo largo de todo este año nos han hablado de las obras de misericordia, y en concreto, de la de dar posada al peregrino. Muchas veces nos hemos podido plantear que son un poco exagerados: es imprudente meter a un desconocido en casa. Es normal pensar eso, pero si te soy sincero no es ninguna exageración. Aunque tranquilo, que para conocer a Dios no se empieza siendo santo. Por eso siempre es mejor comenzar por el principio.
Piensa que tu eres el primer peregrino que vas por la vida sin saber donde caer. Pero Dios siempre se adelanta y tiene las puertas permanentemente abiertas para acogerte. Una vez que te hayas dejado acoger por Dios, empezaras a ir dándote cuenta de muchas cosas.
Bueno, después de darte cuenta de que Dios es tu Padre, de que te quiere y de que es eternamente misericordioso (parábola del hijo pródigo), podrás empezar a darte a los demás de corazón. ¡Ojo, mucho cuidado en no buscar que los demás vean lo buena gente que eres, sino que a través de tus buenas obras vean a Dios!
¿Y cómo puedo acoger a los demás? Mira, el otro día un cura me dijo que si tenía un grupo de amigos me preocupase porque no fuese un grupo cerrado. Es normal que te lleves más con unos que con otros, pero no es excusa para que seas selecto. No te digo que tengas que estar metido en todos los grupos de tu alrededor, pero sí que los conozcas, que los quieras y te preocupes de cómo están. Te tiene que dar igual si el otro viste diferente, si piensa de otra manera, o sea todo lo distinto a ti que quieras. A los ojos de Dios no hay diferencias entre uno y otro, ambos sois hijos de Dios. Que a través de tu trato con los demás puedan ver que eres cristiano, es decir, alguien que sigue a Cristo. Y no te preocupes en si te harán caso o no, recuerda que el importante no eres tú sino Dios. Confía en Él.
En definitiva, has de tener un corazón abierto a los demás para tener una actitud despierta en preocuparte por los demás y no solo en tu «grupito». Una vez que hagas esto, iras dando pasos y verás que dar posada a un peregrino en tu corazón no es ninguna exageración.