Muchos de vosotros seguro que tenéis la experiencia de haberos topado con un santo. No hablo de los que están en las peanas o capillas de las iglesias, ni tampoco de los típicos “santitos” que lo hacen todo súper perfecto. Me refiero a aquellas personas que notamos que tienen algo especial, algo que nos llama… Puede tratarse de un sacerdote, una religiosa o un religioso, del que nos atreveríamos a decir: “este hombre es un santo”; pero también podría ser un amigo, un profesor, un familiar… Personas muy diversas que nos atraen por su forma de vivir, de relacionarse con los demás, de afrontar los problemas, de trabajar o estudiar… lo que sea. Y que tienen en común que siempre se mantienen alegres, en paz, y esto nos impresiona.
Muchas veces nos preguntamos: ¿por qué puede este ser feliz renunciando a tanto? ¿Qué le hace a este otro afrontar la muerte de un pariente con tanta serenidad? O bien, ¿cómo puede acordarse esta de todo lo que me preocupa, o de todo lo que me ilusiona, y preguntarme por ello siempre que me ve? El que nos cuestionemos estas cosas con admiración es un signo claro de que nos hemos topado con un santo.
Porque la felicidad, la serenidad, la paz de este tipo de personas no se explican con las categorías del mundo. Es más, muchas veces estas apuntan a lo contrario, como cuando son personas pobres, sencillas o que no destacan… Solo se pueden entender en otro plano más profundo, al interior de la persona, donde nace su relación con Dios. De allí es de donde puede salir una alegría verdadera, inamovible, que resista cualquier contrariedad, que pase por encima de los respetos humanos y que llegue a remover también el corazón de otras personas.
Hay muchos que hoy en día pueden removernos el corazón y hacer que encontremos a Dios en nuestro interior. Te animo a buscarlas, a tratarlas y a aprender de ellas, y verás que la clave es la oración. También las que ya están en el cielo – puesto que esta alegría que da Dios supera incluso a la propia muerte – pueden ayudarnos. Lee vidas de santos, pídeles que recen por ti. Porque los santos son aquellos que traen la alegría del cielo a la tierra, del cielo a tu vida.