Hoy podríamos empezar preguntándonos: ¿qué o cuál es el reino de Dios que tan frecuentemente pedimos que venga a nosotros? Iré al grano porque la respuesta se desprende del mensaje central de la predicación de Jesucristo: el reino de Dios no es otro que el reino del AMOR.
Pero, ¿sabemos qué es el amor? Podemos pensar que sí -porque además nos lo leen en casi todas las bodas-, pero te animo a que hoy lo redescubras y medites leyendo este fragmento de san Pablo (tanquilos, es cortito jej), o si lo prefieres escuchando esta canción de Jose Luís Perales.
Y sí, puede ser que estamos hartos de oír hablar de eso «del amor», pero es que cansados o no, esto es lo que hay y esto es lo que aquí pedimos a Dios. Como decía San Agustín: «ama y haz lo que quieras». Fíjate: ¿no se acabarían las guerras, la pobreza, el hambre, las infidelidades entre esposos, las tensiones entre amigos… si el amor fuera la nota reinante, si no devolviéramos mal por mal, si como fruto de ese amor naciera el perdón? Amigos: eliminemos clichés, ¡no es nada banal ni la petición ni el hablar del amor!
Este mensaje de amor debemos apartarlo de dos extremos: el primero es el de caer en el nihilismo o puro sentimentalismo: «amo a este porque lo siento». Nos dice el Señor al respecto: «si solo amáis a los que os aman… ¿Qué mérito tenéis? (Lc 6:32). El segundo es el extremo del gnosticismo en el que quitamos a Cristo para convertir el Evangelio en un mero moralismo: «lo importante es ser bueno», que habremos oído alguna vez. Pues no, lo importante es «sed santos como vuestro Padre celestial es santo» (Mt 4:48).
Por último, decía santo Tomás de Aquino que este reino posee dos características diferenciales:
- La primera es la de ser el reino de la soberana justicia (porque dar de comer… no es solo caridad sino sobre todo justicia) y de la perfecta libertad, libertad que nace de vivir según Su Voluntad -de ello hablaremos la semana que viene-, y de la ausencia de pecado -el que verdaderamente nos esclaviza y del que también hablaremos más adelante-.
- La segunda característica es la de ser el reino de la plenitud de bienes, porque solo Dios sacia por completo. A propósito de esto último déjame que te pregunte: ¿estarías dispuesto a dejar todo si Él te llamara para expandir Su reino? Piénsalo detenidamente, que tampoco es banal la cuestión.
Si os parece bien, esta semana no acabaremos con un propósito sino con una pequeña oración que te invitamos a repetir estos días: Señor, quiero vivir en tu amor, justicia y libertad, saciándome de Ti y no de otras cosas que me rodean. Y todo ello lo quiero para llevarlo a los demás, para expandir Tu reino allá donde esté.