Nuestro día a día está lleno de retos a superar. Algunos más difíciles, otros más fáciles e incluso otros que, por superarlos día tras día, nos pasan desapercibidos.
Muchas veces la pereza nos corrompe y se llega interponer entre nosotros y las metas que queremos alcanzar. La mayoría de estas veces, posiblemente, no nos damos cuenta siquiera de que la apatía nos está venciendo poco a poco y de que nos aleja cada vez más de nuestros objetivos.
Ocurre que nos olvidamos de lo que valemos y nos dejamos llevar por el autoconformismo. Nos convencemos de que no podemos dar más y sólo pensamos en aquellos que son peores que nosotros como forma de acallar nuestra conciencia.
Nos pasa en la universidad, en casa, con los amigos…y hasta incluso con Dios. Queremos hacernos creer que hemos llegado a nuestro tope y nos olvidamos de esa actitud que todo cristiano debe tener de superarse a sí mismo con la ayuda del Señor.
No podemos consolarnos con los que están peor que nosotros, porque Dios tiene un plan especial para cada uno, una MISIÓN única e intrasmisible. Y, en esa misión, no se incluye conformarse con lo fácil y rendirse ante cualquier problema. Dios nos quiere tal y como somos y sabe lo que podemos dar de sí, por eso quiere que tiremos a la alta en nuestra vida porque, si lo hacemos a la baja y mirando al que está peor que nosotros, lógicamente siempre iremos a peor.
Dios nos invita a retarnos a nosotros mismos, a compararnos con los que están por encima, con los que nos exigen poner algo de empeño por mejorar. Ya nos insistió el Papa Francisco en la JMJ de Cracovia cuando decía que no hemos venido a este mundo a «vegetar» ni a estar en un sofá que nos adormezca y que nos haga pasar la vida fácil y sin complicaciones. Tenemos que huir de ese sofá porque, como dijo Francisco, hemos venido a este mundo a dejar huella, y sería muy triste no dejarla.
No podemos estar tumbados en el sofá. Los cristianos tenemos que estar alegres, ser protagonistas y tomar iniciativas; ponernos en manos de Dios y seguir el plan que nos tiene preparado. Dios te conoce y confía en ti para que, con su ayuda, dejes huella en esta vida… ¿te atreves a dejarla?
José María Sabariego