Hace unos días llevé mi coche a la agencia para que recibiera el servicio de mantenimiento y sentada a la espera de un taxi que me regresara a mi casa conocí a un señor llamado Raymundo. No soy muy buena con los cálculos pero creo que su edad era de unos sesenta y pico; comenzamos a platicar del tema en turno: coches… pero a decir verdad ese tema no duró mucho sobre la mesa. Ese día, Raymundo me platicó diferentes aspectos de su vida, mencionó a sus hijos en la conversación y al poco rato, a su esposa; yo no pude evitar hacer la pregunta obligada: ¿Cuántos años llevan casados? –37 años, contestó él… –¿¡Treinta y siete años!? ¡Felicidades! Seguimos conversando del tema y yo hice énfasis en mi felicitación: En estos tiempos es de admirarse que una pareja llegue a los 37 años de matrimonio, yo a usted lo felicito, y lo admiro, a lo que él contestó: Es verdad, hoy en día se casan queriendo no casarse… porque a la preparación de la boda se le agregan detalles que antes no era necesario tomar en cuenta, se casan por bienes separados, y los novios dicen: «por si nos divorciamos…”.
No tardó mucho en llegar el taxi, nos despedimos. El tiempo que tardé en llegar a mi casa me quedé pensando en esta última frase que él me había dicho, y en mi cabeza solo daba vueltas esto: ¿Por si nos divorciamos? ¡Qué clase de mentalidad es esa! ¡Cómo alguien puede casarse así! ¿No se supone que te casas para toda la vida? Y es que, vivir en una sociedad en donde ya todo es desechable, incluso el amor, es un poco complicado. En las clases de sexualidad del colegio enseñan que para proteger el amor solo es necesario un condón, y que “si es por amor” no tiene nada de malo tener sexo. Eso sí, omiten explicar que cuando se dan cuenta de que en realidad no era amor el corazón termina destrozado, y entregarse a una y otra y otra persona al final les lleva a no saber quiénes son en realidad, pues han dado tanto a tantas personas que terminan por quedarse con muy poco. Nadie nos da la opción de vivir la castidad y esperar hasta el matrimonio, fortaleciendo el amor a través de la espera, sabiendo que si la persona con la que estamos ahora no es para nosotros, no tenemos por qué acostarnos con ella pues posiblemente estemos acostándonos con la persona de alguien más. Y para los que pueden ver el futuro y argumentan esto diciendo estar 100% seguros de que se van a casar con la persona en turno… si están tan seguros de ello, entonces, ¿cuál es su apuro con el sexo?
No solo en mi país sino en todo el mundo el concepto de “familia” ha ido perdiendo cada vez más su valor y es que, pareciera que nos estamos uniendo para separarnos y no para que la relación funcione. Hace unos meses mis papás cumplieron 24 años de casados, y yo, pocos días antes de que eso pasara fui a cenar con mi papá y le pregunté que cómo le había hecho para llegar a cumplir 24 años casado con mi mamá, y lo que me contestó me sorprendió: La vida se trata de llegar a una meta, y la mía está sentada hoy en frente de mí. Claro, faltan tus hermanos y tu madre; la familia es mi meta.
Tal vez nos hace falta fijarnos metas como esta en la vida, metas que tengan todo que ver con el amor de verdad, con la entrega, con el servicio diario, metas que contengan un «sí, acepto” todos los días por veinticuatro años y hasta más… Una meta que nos haga ser mejores de lo que somos y nos motive a querer que alguien más sea mejor a nuestro lado, una meta que si nos fijamos desde hoy poco a poco iremos alcanzando. Es tan triste ver como hoy los jóvenes no apuestan por los deseos grandes del corazón sino por placeres pasajeros, por compañías que los mantienen “felices” una noche y les divierten otras tantas, noviazgos fugaces llenos de egoísmo, sin bases sólidas y sin el deseo de conocer verdaderamente a la otra persona para poder elegir bien con quien pasar el resto de sus días, me he dado cuenta de que los novios cada vez se besan más y se conocen menos; y los famosos “relationship goals” que nos enseñan las publicaciones de Facebook en realidad están muy lejos de ser eso.
Necesitamos ver jóvenes que sepan cuidarse el corazón y el de su pareja haciéndolo más de lo que es y no menos, involucrándose con su familia en los planes del fin de semana, buscando siempre su mayor bien y pensando en dar lo mejor de sí mismos dentro de ese noviazgo por si es para toda la vida… Jóvenes que desde hoy piensen en su futuro marido o mujer, en la madre o el padre que quieren darle a sus hijos, jóvenes que descubran su verdadero valor como personas a través de la entrega y el servicio a los demás y no de la cantidad de “likes” que reciben en Instagram. Necesitamos jóvenes que apuesten por el deseo que tenemos en el corazón de poder amar y ser amados de verdad y que luchen desde hoy para poder alcanzarlo, mirando siempre a la otra persona como un ser humano y no como un objeto que puedo usar y tirar, para que nunca tengan que llegar a los preparativos de su boda y decir: “hagámoslo de este modo… por si nos divorciamos”.
Pamela Vizcaíno (Mexico)