¿Quién no ha sido alguna vez tentado a colocarse, o no ha visto como personas cercanas a él se metían cualquier cosa en cualquier evento social? No hay que vivir en ambientes oscuros para convivir con la droga. Se hace raro caminar por la calle sin toparse con el tufo característico de la marihuana, o pasear por el parque sin encontrarse a alguien inyectándose con la jeringa. La droga se ha convertido en vecina de nuestro día a día. Ha conseguido engatusar a cientos de miles de jóvenes. Con su astucia, ha sido capaz de no dejarles vivir sin ella. Este egoísmo suyo les ha destrozado todo atisbo de esperanza. Los ha dejado vacíos.
Esto puede hacer que te preguntes por el motivo que se esconde detrás del consumo de drogas. Para empezar, ¿quién no ha querido sentirse arropado por sus compañeros? ¿A quién no le ha gustado estar en la onda, ser rebelde? Y por otro lado, ¿quién no ha querido librarse de sus problemas, huir de las desgracias? La marihuana, el hachís y el chocolate conocen perfectamente estos deseos. Y saben aprovecharse de ellos mejor que nadie. Sin embargo, en toda experiencia con drogas, las personas pierden. Y sobre todo, se pierden, porque traicionan lo más valioso que tienen: ellos mismos.
El problema radica en el engaño: ¡Te hacen creer que puedes ser alguien distinto al aburrido y pardillo que crees ser! Trastornan tus pensamientos, hacen que mires a quienes te rodean de una manera rara y distinta. Consumen tus sueños y los convierten en desenfreno puro y duro, para luego dejarte hundido. ¿No crees que mereces algo más? La felicidad no puede ser pasajera, ni estar basada en el descontrol. La Felicidad a la que aspiras, lo creas o no, es eterna.
Si lo que verdaderamente deseas es ser feliz siendo tú mismo, no dudes ni un instante: sé amigo de Jesús. Él es quien realmente puede cambiarte la vida. Él es ese amigo que te quiere tal y como eres, que te valora y quiere que te valores. Él tiene un plan para ti, para hacerte feliz; por eso – antes que nada – ¡quiere que seas tú mismo!