Una vez un cura me dio un consejo para ir por la calle:
1° Mira, no apartes la vista
2° Sonríe
3° Saluda
4° Sé amable
5° Sigue haciéndolo aunque no sea recíproco.
Verdaderamente es importante sonreír en serio, aunque no conozcamos a la gente, porque es el detalle más amable que podemos tener con los demás. Y si los conocemos no dudes en preguntarle cómo está. Eso sí, no lo hagas con la condición de que el otro lo haga primero, da tu el primer paso.
Y esto, ¿para qué? Pues para hacer feliz a la gente, para que se sientan queridos, para que vean que tienen ahí alguien en quien apoyarse. Haz alguna llamadita sorpresa a un amigo, mándale una postal o simplemente felicítale por su cumple aunque haga mil que no lo ves.
Todo esto en casa suele costar un poco más por eso de que la confianza da asco. ¡No dejes de sonreír! En casa es donde más falta hace. Interésate por los que viven contigo y que pasen un buen rato, que verdaderamente lleguen a casa para descansar
Todo esto está muy bonito pero luego cuesta mucho la práctica. Mi consejo es que detrás de cada persona veas a Cristo, como hacía la santa Madre Teresa de Calcuta. Y no hagas esto para que brille tu persona, sino para que a través de tus buenos actos los demás puedan ver a Dios.
Insisto, hazlo porque no buscas nada a cambio, solo su felicidad.