Un sacerdote me enseñó una forma de rezar el rosario que me ayudó mucho. Me decía que a veces el rosario puede parecer pesado, monótono e incluso aburrido si no se reza con el corazón, pero me dio una aspiración: el rosario realmente es mirar a Jesús con los ojos de María.
El tiempo que dura un misterio (la repetición de diez avemarías) es el que tenemos para contemplar y meditar el misterio que estamos rezando, esa estación gloriosa, luminosa, dolorosa o gozosa de Nuestro Señor de la mano de Nuestra Madre María, que está presente en el rosario (y en toda nuestra vida) de una forma mucho más real de la que nos imaginamos.
Por ejemplo, en los dos o tres minutos que tenemos por cada misterio, hemos de contemplar misterios tan grandes como el “Nacimiento del Hijo de Dios”, la “Muerte del Señor” o la “Asunción de Nuestra Madre”, que son pasajes para dedicarles dos o tres eternidades.
Y pedir a la Virgen esa mirada con la que Ella ve a su Hijo, con ese Amor tan dulce y tierno, propio de una madre. Vamos de la mano de la Virgen en el rosario, cuando agarramos el rosario, agarramos su mano.
El rosario, es el arma de más poderosa que tenemos, es una ak-47 que dispara una bala al demonio por cada avemaría que rezamos. Porque el demonio no puede con Nuestra Madre.
“Obtendrán lo que quieran mediante el rosario”, dice la Virgen. Si acudimos con confianza a Ella, qué nos va a negar, qué no vamos a obtener… ¡Está deseando concedernos gracias, solo quiere que se lo pidamos con confianza!