El homo faber, el hombre dominador de las realidades temporales por medio de la técnica, se enfrenta -como no puede ser de otro modo- con una pregunta existencia, la pregunta de Dios. Y, al no poder responder la pregunta porque se le escapa a su dominio, entonces prefiere negar la máxima: Dios no existe porque no es una lavadora o un ordenador que yo controlo y domino.
Dios no es la única realidad que se le escapa al hombre de hoy que con su poder piensa que lo domina todo. También se le escapa la soledad, el sufrimiento o el dolor, y entonces aplica lo mismo que hace con Dios: negarlo.
Con el dolor o el sufrimiento, realidades que no domina, ¿qué hace?, las niega con políticas de descarte (la eutanasia, el aborto, etc) que buscan evitar, suprimir, negar el dolor y el sufrimiento.
Es verdad que el dolor o el sufrimiento, como dice Ricardo Yepes, es ininteligible pero -como este mismo autor dice- se le puede dar un sentido para poder encararlo. Esto es, como han hecho muchos santos, lo que hace la Madre Teresa cuando ve detrás de los pobres, de los que sufren, una ocasión para encontrase con una realidad que supera al hombre: el mismo Dios.
Lo que yo no domino no quiere decir que haya que negarlo sino que hay que comprenderlo.