Quizá nunca hayáis oído hablar de Moscati, quizá os suene o afortunadamente lo conozcáis. Pues bien, esta película, dirigida por Giacomo Campioti y protagonizada por Beppo Fiorello, es la oportunidad perfecta para profundizar en su vida. Hacerla un poco más nuestra gracias a la figura tan cercana de este médico de los pobres.
Giuseppe Moscati pertenecía a la clase alta de Nápoles y se preparaba para tener un futuro brillante como médico al lado de la mujer más hermosa de la ciudad italiana, pero, sin embargo, se cruzaron en su camino los más pobres de su ciudad. De la mano de estos niños descubre la otra cara de Nápoles y desde entonces, todos sus esfuerzos se dirigen a paliar las necesidades de los más desfavorecidos, de tal manera que se enfrenta a la sociedad que lo ha criado. Llega un momento que debe elegir qué camino quiere seguir con todas sus consecuencias.
Pero, ¿qué es lo realmente extraordinario de esta película? ¿Por qué verla? El principal motivo es que es para todos. Es una película que nos afecta a todos porque habla de vivir una vida a lo grande, no quedarse en lo pequeño sino apuntar alto, habla de una santidad cotidiana, una santidad alcanzable e imitable. Es decir, Giuseppe Moscati no es una persona que haya sufrido un calvario o haya sido martirizado, sino más bien se ha enfrentado al día a día con una confianza ciega y un amor profundo por los hombres. Moscati llegó a ser quien fue porque hizo lo que tenía que hacer en cada momento, no por obras extraordinarias sino por un gran amor y entrega a las necesidades que se le presentaban. Hizo lo que podemos hacer tú y yo en nuestras circunstancias.
Después de ver esta película te entran ganas de vivir mejor, de plantearte ciertas cosas, de vivir una santidad ordinaria dentro de nuestras vidas, no haciendo grandes cosas sino, en la medida de nuestras posibilidades, amar y entregarse hasta el final, de la manera que sea, pero amar y entregarse.