Todo lo que hemos vivido, oído o visto de la JMJ no puede dejarnos indiferentes. Por eso, los días que ahora empiezan son los más importantes. Ha llegado el momento de detenerse, de hacer un parón y que cada uno recorra por su cuenta esta gran experiencia, para sacar de ella todo el jugo posible. Pero, cuidado, que algunas cosillas no nos lo van a poner fácil…
En primer lugar, está la tristeza por volver a la rutina, que en cierto modo viene del encerrarse en uno mismo y no entender el sentido de la JMJ. Porque la alegría que hemos experimentado se corrompe si no la compartimos con nuestras familias, amigos, compañeros… Además, estas jornadas buscan cambiar la vida diaria de los cristianos, no que huyamos durante unos días de la misma. Contagiémonos de las ganas de cambiar nuestro ambiente, ¡poniendo más alegría y mucha misericordia en todo lo que hacemos!
Otro peligro es dejarse llevar por una euforia pasajera, vivir de la inercia de estos días sin captar el fondo de esta experiencia, que es lo que nos hará cambiar de vida. Jesús nos ha tocado el corazón, hemos sentido el amor de Dios a través del Papa y de jóvenes como nosotros; ahora decidimos si nos conformamos con haberlo notado una vez o si lo queremos para siempre y para compartirlo con los demás.
El engaño es siempre el mismo, el que dijo el Papa: el sofá. Que lo vivido en Cracovia no se quede arrinconado en nuestra memoria como un bonito recuerdo. Levántate, métete de lleno en el mensaje de esta JMJ – que no son solo los discursos sino también el hecho de que tantos jóvenes hayan ido a estar con el Papa – dale mil vueltas, coméntalo con amigos… ¡Lo que no se ve a simple vista siempre es más grande!
Y cuando veas que has de hacer nuevos propósitos y animes a tus amigos a hacerlos, cuando empieces a cumplirlos con esfuerzo… entonces habrán aparecido los verdaderos frutos de la JMJ, ¡todos verán que te has levantado del sofá y te has lanzado de lleno a cambiar el mundo!