“Cuando llegue el verano…” “¡Tengo tantas ganas de verano!” “Este verano será el mejor de mi vida”. Y es que el verano ya está a la vuelta de la esquina. Todo el año esperando estos dos meses de vacaciones, organizando planes, “ocupando el tiempo”… ¡y ya está aquí! pero ¿por qué es tan importante? ¿Qué hacemos en verano? ¿Por qué lo deseamos tanto? ¿En qué ocupamos nuestro tiempo? Vamos a la playa, de excursión, quedamos con amigas y amigos, no hay rutina, no hay horarios, viaje familiar… y así un verano tras otro. Pero ¿no tenéis la sensación de que el verano es algo más?
Hasta hace poco yo pensaba en el verano y me buscaba planes sin parar, hacer mil cosas, llenar el tiempo con un montón de ocupaciones no fuera a ser la pringada que me quedara sin hacer nada… hasta que vi un vídeo que me hizo parar. Y yo ¿por qué hago todas estas cosas? ¿Para qué? Creo que me estaba equivocando de enfoque, siempre tenía que estar YO en el centro “mi tiempo”, “mis cosas”, “mis amigos”, “mis planes”… yo-mi-me-conmigo. Y el verano tiene que ser todo lo contrario: tiempo para los demás. ¿Por qué no dedicarle más tiempo a nuestra familia, más tiempo a nuestros amigos, más tiempo a Dios? Y es que si no lo hacemos ahora, durante el año menos. Durante el curso, cada uno está con su rutina, sus estudios y no da tiempo a frenar, a profundizar, entonces, si no lo hacemos ahora ¿cuándo?
El verano es el tiempo idóneo para dedicarse a los demás. Afianzar una amistad, hacer largas sobremesas hablando de todo y no solo de la fiesta de anoche, emplear más tiempo en Dios, hacer un voluntariado, leer ese libro que hace tiempo que quería leerme… Estos dos meses hay que aprovecharlos a fondo, no quedarse tumbado en la hamaca, sacarles el máximo partido.
Verano no es no hacer nada, sino estar disponible para los demás, no tener una concepción egoísta del tiempo porque éste es un regalo. El verano tendría que ser un dar y darse continuo. Que acabe el verano y podamos decir ¡qué vacaciones tan bien aprovechadas y tan entregadas!