Estrenamos sección, testimonios. ¿Interesante? Sí. ¿Una sección que desearás ver actualizada con un testimonio impresionante de algún sacerdote, laico, monja…? ¿Una sección en la que te gustará que personas famosas hablen de temas de actualidad? Sí, pero el primer testimonio creo que os sorprenderá a todos… Como encargado de la sección tenía todo preparado, mi planning de firmas invitadas ¡y lo acabo de tirar por la borda! Ayer, justo antes de dormir la siesta, me encontré en el twitter de Juan Manuel Cotelo una imagen que me quitó el sueño. Me estremeció y “alegró” tanto a la vez, que tengo que dar testimonio en nombre de mi hermano en la fe.
No sé como te llamas, no sé cuántos años tienes, no sé si tu color favorito era el verde o el marrón, si tenías diez hermanos o tenías novia; y sin embargo voy a tener la osadía de escribir en tu nombre, el cual también lo desconozco.
Por el contrario, sé lo suficiente para quererle y dar gracias a Dios por su “muerte”. Sé que era joven, como yo y la mayoría de seguidores de GivenFaith, sé que vivía en Irak y que era cristiano. Era cristiano y lo sigue siendo, porque vive. Vive con Cristo en el Cielo. Sí, en el Cielo.
Vivía, y sin conocer su vida, seguro que lo hacía con una alegría que extrañaría a todo el mundo, una sonrisa que contagiaría amor por Cristo, una sonrisa con aroma de santidad, ¡una sonrisa que cambiaba el mundo en Irak! Y es que, hermano, habrás muerto en Irak, pero estás dando vida y testimonio en España, porque con tu cara has reflejado tal amor por Dios, que ni las fronteras de Irak, ni la falta de eco de los medios de comunicación han podido parar.
Podrías haber dicho: “Mm no, de verdad, que esto de mi fe… que no es tan en serio como parece. Que total, solo voy a Misa o rezo de vez en cuando” o también podrías haber dicho que no ante quienes te preguntaron: “¿Crees en Jesús?” No hubiera pasado tal vez nada a ojos del mundo, podrías haber dicho un no (incluso en voz bajita) y después haber seguido tu vida de creyente… pero ¡no! Has renunciado a la vida terrena, para ir de lleno a la eterna.
Te invito a ver bien la foto, y aunque se pixele, te invito a que le des al zoom en tu navegador para ver mejor y más cerca su cara -que aunque se pixela-, se sigue viendo su sonrisa, ¡qué fuerza tienen las sonrisas cuya causa es Cristo! Con calor, sudando, una gruesa cuerda al cuello, sabiendo que va a morir en instantes, saludando a quien pudiera ser su familia o incluso asesinos… sonríe. Su sonrisa habla, “tranquilos, que me voy de aquí, pero no estáis solos. Dios ha estado con nosotros y seguirá estando. Os quiero. Nos vemos en el Cielo, que a mi Dios ya me está llamando”. Y, ¡plof! Un cristiano muerto.
Espero de verdad, que su muerte te afecte, sí, que te afecte. Que te apene, pero que rápidamente te llene de fuerza, una fuerza para no ser mediocre y testimoniar que eres creyente en medio de tus amigos, en el bar, jugando al pádel, rugby o al Preguntados. No hará falta seguramente que te coloques un cartel de ¡soy cristiano!, pero llegará un momento en el que tendrás que responderle al mismo Jesús: “¿Te avergüenzas de mí? ¿Me amas? ¿Eres mi amigo?”
“Nos vemos en el cielo. No tengas miedo, que no estás solo. Dios está contigo”