Ayer, la entrada de Borja Langdon nos planteaba como dar un sentido al dolor, a la Cruz. Para ello, partía de uno de esos aparentes sinsentidos que nos rodean: la muerte de un ser querido, de su hermana.
La Cruz suele ser un tema controvertido para muchos cristianos, algo rechazado en muchos casos. Algunos de esos cristianos a la carta piensan que en el Evangelio hay páginas que sobran como aquella que dice «quien no toma su cruz de cada día no puede ser discípulo mío». Esa cruz, vista con ojos humanos, ciertamente no tiene ningún sentido y es motivo de revelación. Es la cruz que se lleva sin ganas y por ello, nos destroza.
Sin embargo, cuando nuestras casi siempre pequeñas cruces se acogen con amor, y se unen a la Cruz, a la Misa, al deseo de corredimir con el Señor, dejan de pesar tanto. El Señor quiere ayudarnos a llevar las cruces que Él permite (no las que nos inventamos nosotros).
Hoy me gustaría que juntos pensásemos en nuestros agobios, en nuestras preocupaciones, en aquello que nos turba y quita el sueño. En definitiva, que repasemos nuestras cruces. Tras ello, te invito a ver este pequeño tráiler de un documental que ha grabado guardianes de la fe sobre los cristianos perseguidos. Y ya para acabar, te pido que sopeses los dos puntos anteriores y decidas con cuales de esas cruces te quedas y cuales deshechas por ser sólo fruto de tu imaginación.
Ahora, es momento de que le demos gracias al Señor por lo que tenemos, y de que le digamos que eso que nos falta, esas cruces que llevamos las queremos como venidas de Su mano. Y le pedimos que nos aumente la Fe, y que nos ayude con ellas cual Simón de Cirene también le ayudó a Él en su Pasión.