Seguramente se os habrá pasado por la cabeza alguna vez que nuestro Dios es un dios enfadado, que está deseando castigar, que nos carga de preceptos que recortan tanto nuestra libertad que apenas si podemos respirar. «Niño, respeta a tu novia»; «niña, no mientas a tus padres»; «Fulanita ve a Misa»; «Zetanito no cojas eso que no es tuyo»… A veces nos montamos películas en nuestra cabeza y nos creamos un dios ogro, bien porque pensamos que motivos no le faltarían para serlo (viendo como nos tratamos, como Le tratamos o como tratamos su creación) o bien porque queremos ir tan a nuestra bola que pensamos que la libertad es hacer completa y absolutamente lo que nos viene en gana.
Lo peor es incluso pensar que cuando hacemos eso que El no quiere se enfada y nos castiga. «El Señor te ha castigado» habremos oído (o dicho) alguna vez. Sin embargo, perdonadme si sois de los que pensáis así, pero yo creo que Dios tiene tantas cosas mejores que hacer que estar pendiente de enfadarse y castigarnos por nuestros errores que directamente ha dejado que la vida ponga a cada cual en su sitio. Y así, el que usa a la novia cual clínex deja de saber amar y se vuelve egoísta. Al que miente la gente deja de confiar en él y al que roba sus amigos dejan de invitarlo a las barbacoas que organizan en su casa. Que Dios se entristezca o decepcione cuando elegimos nuestro capricho y no le elegimos a Él (eso es el pecado) es muy distinto a que pensemos que actúa como a veces nosotros actuamos cuando pensamos «esta te la guardo» o cuando montamos en cólera ante una ofensa.
Nuestro Dios, sin embargo, es un Dios misericordioso que continuamente nos espera para perdonarnos cuando metemos la pata. Ahí si que Dios no tiene otra cosa mejor que hacer que esperarnos con los brazos abiertos en el sacramento de la confesión. ¿Os acordáis cuando Jesús dice que debemos perdonar 70 veces 7? ¡Cuánto más lo hace Él! ¿Y todas las veces que perdona a pecadores como la Magdalena, al paralítico que descuelgan en una camilla o incluso colgado en la Cruz perdona a sus verdugos? ¿Y las veces que repite «vete y no peques más» o «tus pecados te son perdonados»? ¡Ese es realmente nuestro Dios!
Hoy os animo desde aquí a descubrir esa Misericordia infinita que Dios tiene para con cada uno. Igual que el padre esperaba a diario al hijo pródigo, así Dios sale a esperarnos cada vez que le ofendemos y con la misma alegría que ese padre perdonó a su hijo con una gran fiesta tras haber malgastado toda su fortuna en vicios y malas mujeres, así mismo se festeja en el cielo cada vez que Él nos perdona.
¿Te animas a darle una gran alegría a Dios esta semana?