El Papa Francisco habló en la catequesis sobre la familia sobre la necesidad de acoger pastoralmente a los divorciados que conviven con una nueva pareja, y explicó que no están excomulgados. Numerosos medios de comunicación han visto en esto un cambio profundo en la doctrina de la Iglesia, y hasta los medios más laicistas han lanzado las campanas a repicar. Parece que muchos identificaban divorcio y excomunión. ¿Cuál es el origen de esta confusión?
No poder comulgar no significa estar excomulgado
En primer lugar, al Papa no hace falta interpretarlo, sino escucharlo. Basta con leer lo que ha dicho (recomendamos la versión íntegra, no solo el resumen). Visto el caos, ha querido recordar que los divorciados que conviven con una nueva pareja no están excomulgados. O sea, que no están fuera de la Iglesia, y que la Iglesia no pasa de ellos. Las personas en esta situación pueden ir a misa, rezar, hacer obras de caridad, tratar a Dios, etc. Lo que no pueden es comulgar. Pero no poder comulgar no es estar excomulgado, que significa estar fuera de la Iglesia.
Para poder recibir la comunión eucarística, hace falta -entre otros requisitos- estar en gracia de Dios, es decir, no tener conciencia de pecado mortal. La Iglesia no pasa de los pecadores, sino que se dedica principalmente a ellos, y lleva más de veinte siglos haciéndolo. Cuando una persona comete un pecado mortal, no es que Dios se enfade con ella y deje de quererla. Dios nos espera siempre con los brazos abiertos. Lo que ocurre es que esa persona se incapacita a sí misma para poder amar a Dios con plenitud y para poder recibir su gracia.
Dios respeta tanto nuestra libertad, que no puede hacer nada si no nos arrepentimos y le pedimos perdón. Y para eso nos dejó el sacramento de la penitencia.
Mientras no haya un arrepentimiento sincero, no puede haber perdón
El problema de una persona que está conviviendo con otra que no es su cónyuge legítimo, es que no puede haber un arrepentimiento sincero mientras no esté dispuesta a cortar con esa convivencia y a dejar de mantener relaciones.
Al mismo tiempo, hay situaciones muy complicadas, como el caso de dos personas que llevan años en esta situación irregular, han tenido hijos con la nueva pareja, etc. Son casos en los que abandonar a la otra persona, podría ser incluso una injusticia. Si esas personas están dispuestas a vivir como hermanos y a no tener relaciones, pueden recibir la comunión, siempre que cumplan los requisitos habituales -estar en gracia, guardar el ayuno eucarístico, etc-, y que no haya peligro de escándalo.
¿Por qué habla el Papa de estas cosas?
Desgraciadamente, la situación de la familia en la sociedad se ha deteriorado bastante en los últimos años. Cada vez hay más matrimonios rotos. La Iglesia no puede ser ajena a esta realidad, ni puede ser insensible al sufrimiento de tantas personas.
Por un lado, la Iglesia no haría ningún bien a nadie si no defendiera la verdad. Por otro, no cierra sus puertas a nadie, y menos a los pecadores, pues precisamente su principal tarea es acercarnos hacia Dios.
Artículo publicado originalmente en Arguments.es