Si en nuestra web hemos querido dedicar un apartado exclusivamente a la Misa es, sencillamente, porque la Misa no es una devoción más, una práctica de piedad estupenda a la que conviene asistir de vez en cuando.
Esta entrada me gustaría comenzarla haciendote una pregunta: ¿tú crees, con todas tus fuerzas, que el mismo Cristo que murió en la Cruz está sobre el altar en cada Misa tras la consagración? ¿Lo crees tan firmemente como la certeza que tienes de que tu madre es tu madre? Esto es fe… Y quien no acude a misa con este convencimiento nunca entenderá la Misa, por mucho que aquí expliquemos. Y esto no lo creemos porque seamos muy listos, ni porque nos lo expliquen muy bien. Lo creemos porque Él mismo nos lo ha dicho.
Y ahora, me gustaría hacerte una segunda pregunta mucho más determinante: para ti ¿qué es la Misa? La pregunta va con trampa porque, en el fondo, lo que para ti y para mi sea la Misa importa más bien poco. Lo importante es saber qué es la Misa de verdad. Y la Misa es la renovación del sacrificio incruento de Cristo en el Calvario. Te traduzco como buenamente puedo lo que esto significa: cada Misa es volver a estar presentes en el momento de la muerte y de la Resurrección de Cristo. En cada Eucaristía asistes de nuevo a esa pasión que Jesús sufrió y a esa Resurrección que tuvo lugar a los 3 días de su muerte. Es estar ahí presentes, con Cristo sacramentado. Es lo mismo que estar en el monte Calvario hace miles de años con Jesús subiendo a la Cruz. Entiéndelo bien, no digo que es «como» si estuviéramos presentes -no es conmemorar un recuerdo de algo que ya pasó-, sino que realmente estamos en directo con Cristo Sacramental.
Por todo esto, la cosa más importante que podemos hacer cada día es ir a Misa. Si has ido a Misa hoy, ya has hecho lo más grande del día. Vete a la cama si quieres, porque ya solo te quedan «tonterías» por hacer comparado con ir a Misa.
Ahora, tras haber leído esto, vuelve a preguntarte qué entiendes tú por la Misa porque ahí puede estar la causa de que a veces la Santa Misa la veamos como algo aburrido.
Post inspirado en el libro «A Dios le importas» de Antonio Pérez Villahoz