Porque a veces nos perdemos lo mejor

Catequesis

Hace unos días me encontraba rezando en una iglesia donde, sobre el altar, el Santísimo estaba expuesto en su Custodia. Me fijé en una señora que entró con su hijo y se dirigió a una de las capillas laterales. Se puso a rezar a la imagen que había en ella mientras agarraba la mano de su pequeño, que también movía los labios en señal de oración. Unos minutos y se fueron. Ayer, sin ir más lejos, un chaval que había sentado a mi lado en misa, al acabarla se le levantó, se dirigió al pasillo central, hizo una genuflexión y se marchó. Estas personas y muchas otras, seguramente por desconocimiento, se pierden lo mejor.

Y lo mejor es saber que cuando uno entra a un templo, allí está Dios. Pero a diferencia de como está en otras partes, allí está realmente presente con su Cuerpo y Alma. Sí, lo repito: Jesucristo está realmente presente con su Cuerpo, Alma, Sangre y Divinidad dentro del sagrario. Esto que es espectacular, para muchos también es desconocido.

IMG_4427 (1)La señora que fue a rezar con su hijo no miró ni un solo instante a la Custodia que presidía desde el altar mayor. Rezó ante un trozo de madera que representaba a alguien sin darse cuenta que también podía haberlo hecho ante el mismo Dios. El chaval que hizo la genuflexión desde el pasillo central no se dio cuenta de que allí detrás del altar no estaba el Señor, sino que se encontraba en el sagrario que hay colocado en la capilla de la derecha.

Seamos conscientes de ello. Cada vez que entremos a una iglesia o sitio donde sepamos que hay un sagrario, que no sea como cuando entramos a cualquier otro lugar. Busquemos el sitio reservado al Santísimo (que no siempre está detrás del altar aunque sí que siempre tiene una vela o lamparita roja o blanca al lado para indicarlo), y acerquémonos a saludar al Señor que en él siempre nos espera. Después, y sólo después, sigamos con lo que teníamos pensado hacer: asistir a misa, rezar ante esa imágen por la que sentimos especial devoción, confesarnos, saludar al párroco… Sólo hay una regla y es la de que primero y siempre: saludar al Rey de la casa.