No está de moda hablar de servicio a los demás. La palabra «servir» normalmente nos trae a la mente sinónimos del tipo: esfuerzo, sacrificio, rebajarse, incomodidad… y en ultimo término el pensar que es mejor «escurrir el bulto» y que nos sirvan, que lo otro es hacer un poco de «pringao».
No pretendo hablar de esta gente, de la parte negativa ni de los negativos… sino de aquellos que realmente se han dado cuenta que sirviendo se es feliz. Sí, en la virtud está la felicidad y realmente es más feliz el que, pensando en los demás, se gasta en ellos, aunque «sólo» sea levantandose a llenar la jarra cuando está vacía, comiéndose el filete más pequeño, la fruta más pasada o el que quita la mesa y friega los platos buscando el buen ambiente de familia. También, creedme, es más feliz el que en un partido forma equipo con sus compañeros y pasa el balón o cede los goles en bandeja aún cuando él mismo podría meterlos. Lo es la amiga que no tiene problema en cambiar su atuendo por otro «más feo» cuando se entera de que una del grupo ha escogido el mismo para salir esa noche. En resumen, son más felices los que hacen con los demás lo que le gustaría que con ellos hiciesen.
Vencerse y vencer la pereza es uno de los frutos de ese espíritu de servicio que aporta eficacia, buen ambiente, fomenta la amistad y evita toda clase de enfados y problemas, sobre todo ahora en verano cuando los amigos quedamos para pasar días juntos en la playa, en convivencias, campamentos… etc.
Para los cristianos, como en todo, encontramos el modelo en Jesús. A lo largo del Evangelio se nos dan numerosas muestras de ello. En las Bodas de Caná, por ejemplo,… ¿qué necesidad tenía el Señor de «complicarse la vida» convirtiendo el agua en vino, máximo cuando «aún no había llegado su hora»? Y, en la Última Cena… ¿lavarle los pies a sus discípulos? Dios rebajándose al nivel de, tirado en el suelo, lavar unos pies malolientes, polvorientos, feos… horas antes de enfrentarse a su Pasión… Podríamos pensar: ¿en serio? Sin embargo, bien nos lo ha dejado dicho Él en otro pasaje: «el que quiera ser el primero, que sea el último y servidor de todos» (Mc, 9:35) porque así lo hizo Él: «no he venido a ser servido sino a servir y dar mi vida en rescate de muchos» (Mc, 10:45).
Como todo lo que merece la pena, estar pendiente de los demás es algo que cuesta esfuerzo. Sin embargo, la propuesta que hoy te hacemos es clara: ¿te atreves a fijarte y copiar de otros su actitud servicial en vez de comodamente hacer por escurrir el bulto? Ánimo, ¡sólo se trata de dar un pasito más!