Juan Antonio y Joseph tienen mucho en común aunque sus vidas hayan transcurrido tan separadas como lo está España y Pakistán. Ambos revelan el rostro de los católicos y han relatado su testimonio durante la presentación de la memoria de actividades de la Iglesia Católica, mostrando así la gran solidaridad de estasinstitución con los que más necesitan.
Juan Antonio Diego tiene 53 años y lleva más de la mitad de su vida dedicado a la acogida y ayuda. “He estado viviendo con enfermos mentales, toxicómanos, jóvenes con discapacidad, ancianos en el mundo rural, personas sin hogar. Tengo muchos nombres escritos en mi corazón, a veces, muy duramente”, cuenta.
Actualmente este hermano de San Juan de Dios vive a las afueras de Madrid en el albergue residencia Santa María de la Paz en donde viven 90 personas y que lleva más de 30 años en funcionamiento. “Hace 33 años en donde estábamos era el fin de Madrid, allí no había nada. Ahora nos encontramos al lado de uno de los mejores barrios de la ciudad”, afirma.
Pero también precisa que igual que hace décadas quienes acudían al albergue eran personas que siempre habían vivido en la calle o con problemas de dependencia de drogas, ahora sus ocupantes han cambiado. “Desde hace dos o tres años viven con nosotros empresarios, técnicos, abogados, directores de colegios….”, afirma y subraya: “Estamos dando nuestra vida por ellos, para ayudarles y también para que la sociedad no se olvide de que esto existe y que es lo que realmente ocurre. Está entre nosotros”.
«Mi hermana está condenada a muerte»
Joseph Anwar es pakistaní y llegó a España huyendo de la persecución que afrontaba en su país por ser cristiano. Actualmente está acogido en un centro de los Salesianos en Valencia (España). Salió de Pakistán después de que atacaran en varias ocasiones el barrio en el que vivía su familia, arrestaran a su hermana y después fueran por él.
“Mi hermana trabajaba como limpiadora en un colegio, tiene cuatro hijos y su marido es paralítico. Un día la policía y radicales musulmanes fueron a su casa y comenzaron a torturar a su marido para hacerle confesar que ella había escrito un mensaje de texto en el que se insultaba a Mahoma”, explica.
Supuestamente ella había enviado ese mensaje ofensivo al presidente de una asociación de abogados. “Esa acusación era totalmente falsa. Mi hermana no tiene educación y los móviles están en inglés. Es imposible que ella supiera utilizar el teléfono, que tuviera el número de ese abogado y que escribiera en inglés algo negativo de Mahoma”, precisa Joseph.
Sin embargo la policía torturó de tal manera al esposo de su hermana que no tuvo más remedio que admitir lo que le acusaban. Después de seis meses en la cárcel ambos fueron condenados a pena de muerte y sus cuatro hijos están en régimen de acogida por una ONG cristiana.
“Después que metieran a mi hermana en la cárcel me llamaron avisándome que la policía vendría a buscarme para acusarme de lo mismo. Llamé a un sacerdote, llamé también a algunos amigos. Me puse en contacto con una ONG y finalmente pagué a una mafia para que me sacaran del país”, recuerda.
“Los radicales utilizan la ley antiblasfemia para perseguir a los cristianos”, subraya.
Noticia publicada originalmente en ACI.