“Si alguien necesita de religión para ser bueno, entonces esa persona no es buena, es como un perro amaestrado”
Esta reflexión de Chagdud Tulku Rinpoche circula muy a menudo por las redes sociales, me imagino que con la finalidad de demostrar que la religión nos domina o, peor aún, con la intención de afirmar que todos aquellos fieles a la religión somos malas personas camufladas.
Si conocemos un poco de religión católica, sabremos que nuestra fe no nos obliga a nada, nuestra fe no nos coacciona para hacer una cosa o para hacer otra; sin embargo, cuando llevamos a Jesús dentro, de nuestro propio corazón nacen las buenas acciones. Es decir, no es que el ser católico te obligue a ser buena persona, es que Dios saca todo lo bueno que hay dentro de ti.
Esta explicación dada parece sencilla, pero no lo es, porque no es lo mismo libertad que coacción. No es lo mismo que el cristianismo te obligue a ser buena persona a que el cristianismo te haga ver lo bueno de la vida y de las personas.
Como jóvenes católicos que somos, debemos tener muy claro que obrar bien no debe ser una imposición por parte de nuestra religión, sino un estilo de vida que nos hace ser más felices, sin olvidar, por supuesto, que en cada buena acción que llevamos a cabo está Jesús con nosotros, pero no para presionarnos ni obligarnos, sino para ayudarnos y darnos fuerzas.
Ideas como esta de Chagdud Tulku Rinpoche hacen pensar a los jóvenes que los cristianos estamos coartados en libertad por estar destinados a hacer el bien seamos buenas personas o no, y es el propio Papa el que dijo lo siguiente en relación a la religión y la libertad: “La dictadura del pensamiento único mata la libertad de los pueblos”.
Es decir, somos nosotros mismos, dejando que nuestra visión con respecto a cualquier cosa se cierre, los que nos retiramos la libertad. Alguien que piense que las personas son buenas por estar afianzadas a la religión católica no tiene libertad, si quiera, de conocer a fondo la religión de la que habla; sin embargo, alguien que piense que la religión católica le ayuda a ver lo bueno y lo positivo de todo lo que le rodea sí tendrá libertad abierta para comprender el mundo desde cantidad de perspectivas.
En definitiva, no creo, tampoco, que la cuestión esté en “malas” o “buenas” personas. Pues no creo que en el fondo del corazón de cualquier persona pueda haber una maldad absoluta, pero sí influye todo lo que tenga a su alrededor, el amiente en el que haya crecido. Me refiero con esto a un ambiente de amor, de fe, de valores o a un ambiente de egoísmo o desprecio. Por tanto, debemos tener muy presente que: “no existen personas buenas o malas, existen personas criadas en distintos ambientes”.
Por ello, seamos jóvenes que aprecian todo lo bueno de su alrededor, jóvenes que disfrutan de su religión y no la sienten como una presión, jóvenes buenos de corazón, de acción y de sentimiento. Nunca jóvenes de obligación, nunca jóvenes coaccionados, nunca jóvenes tristes, pues no seríamos entonces jóvenes católicos.