Todos, al menos una vez, y más en los tiempos que corren, hemos escuchado voces que defienden a capa y espada la educación pública, pero, ¿cuántas voces defienden la educación concertada o privada que ofrecen los centros con ideario católico? Exacto, pocas o ninguna.
Se ha dejado de lado en la sociedad, dejando con ella todos los valores que estos centros inculcan. La educación no consiste solamente en impartir conocimientos, como la propia palabra indica la educación implica educar. La formación de los jóvenes es uno de los retos más apasionantes que tiene la sociedad actual, porque estos están desapareciendo; la lealtad, la responsabilidad, la obediencia, la constancia, la generosidad, la disciplina, el amor al prójimo sin pasar por la utilización o tener una meta fija en la vida son valores que el Evangelio propone y que se han visto eclipsados por un relativismo que nos invita a hacer lo que queramos, sin valores, sin metas, porque todo vale. Y nosotros, los cristianos, sabemos que no es así, que no vale todo, que los pilares de las sociedades son los valores que sus ciudadanos tengan,
¡ojalá los centros católicos sepan, con su educación, reconstruir la sociedad con unos cimientos sólidos, como los que Jesús nos legó!
No podemos dejarnos arrastrar por el laicismo, no podemos perdernos entre la masa y hacernos uno de tantos en el tema de la educación. Por ello, Lydia Jiménez, una de las auditoras españolas que intervino en el Sínodo de los Obispos, en octubre del 2012, decía así en su intervención sinodal: Hemos visto, con dolor, como muchos alumnos de nuestras escuelas católicas, educados con rigor en el estudio, han llegado a ser líderes sociales enemigos de la fe y de la Iglesia. Que nuestras escuelas no sean centros de cultivo de personas muy “cultas”, pero “bautizadas descreídas”.
Ante este problema, proponía una serie de principios para evitar estas situaciones: mantener la identidad católica de nuestros centros, es decir, no dejarnos arrastrar por el laicismo de la sociedad, establecer en los centros un programa serio e integral de formación en la fe, educar la voluntad y la afectividad, fomentar la caridad y llevar a cabo una atención personalizada para llegar a las necesidades de todas las personas.
La formación es un pilar importantísimo en la vida de cualquier persona, pero más aún en los cristianos, una educación familiar y escolar, compaginada con una formación sólida en valores hará de la sociedad un lugar más amable que el actual, por ello tantas veces oímos que situación social actual radica de una crisis de valores. Y tú, ¿te atreves a formarte para cambiar el mundo o te dejarás llevar por la masa?
¡Solo ser personas formadas nos hará realmente libres!